Es de noche en Gaza. Luces tenues parpadean en algunas viviendas y comercios abiertos, pero casi todo es oscuridad. Por la carretera circulan camiones con ayuda humanitaria recién llegada de Egipto. En las cunetas hay coches aplastados, casas con boquetes en la fachada y farolas arrancadas.

Un total de 22 días de ofensiva israelí han dejado en la indigencia a miles de familias, han matado a 1.300 personas y han arrasado las instituciones civiles de la franja, pero hay algo que no ha cambiado. Hamás sigue mandando, como si no hubiera pasado nada, impaciente por demostrar que es la autoridad en Gaza. La única.

Queda patente nada más entrar en la franja. Al dejar atrás la frontera egipcia y pisar la misma terminal que controló la Autoridad Nacional Palestina hasta que fue desterrada a sangre y fuego por los islamistas en junio del 2007, policías palestinos reciben a más de un centenar de periodistas. Barba rasurada y uniforme impecable. "¿A qué autoridad representáis?", pregunta alguien. "A Hamás", replica orgulloso el funcionario. Su aserto queda impreso en el visado del pasaporte: "Autoridad Palestina".

Túneles bombardeados

Con esta guerra, Israel ha pretendido diezmarlos y profundizar su aislamiento. A ratos, incluso, ha fabulado con eliminarlos para siempre. Pero no ha funcionado. En el corredor Filadelfia, que separa la franja de Egipto, fueron bombardeados cientos de túneles para el contrabando, pero antes de que se marchara ayer el último soldado israelí el trabajo se había reanudado para repararlos o perforar nuevos. Docenas de carpas, erigidas para camuflarlos, brotan junto al muro fronterizo. Entra ya gasolina y keroseno. ¿Armas? No es el momento. Gaza ha recuperado una pizca de ajetreo. Hay colas en la heladería y en un puesto de bocadillos. La noche ha dejado de ser territorio comanche, pasto de las bombas. Policías de Hamás controlan los cruces y se dejan ver en las avenidas. La destrucción irrumpe en la penumbra. El ala nueva del Parlamento yace arrancada, como si fuera de papel.

Como hizo Hizbulá tras la devastación causada por Israel en la segunda guerra del Líbano, Hamás se ha apresurado a prometer que indemnizará a las familias de las víctimas y a aquellos que han perdido viviendas y comercios. Occidente quiere circunvalar a los islamistas en la reconstrucción, pero la chequera iraní está lista.

También ha mandado Hamás un mensaje a los líderes de Al Fatá que acariciaron la idea de regresar a Gaza a lomos de los tanques israelís. Un oficial del Ministerio del Interior dijo ayer que "docenas de colaboracionistas", acusados de facilitar información al Estado judío sobre dirigentes y combatientes de Hamás, han sido arrestados. Para la prensa, entrar en Gaza ha sido una odisea. La franja está a 92 kilómetros de Jerusalén pero debido a la decisión israelí de censurar la guerra impidiendo el acceso a los medios, Egipto se ha convertido en la única vía de entrada. Los 92 kilómetros han pasado a ser 1.300.