"Ninguna inversión extranjera ha conseguido poner un pie en el país sin asociarse antes con la familia de Ben Alí. La esposa del mandatario caído ha controlado con mano de hierro a todos los inversores con los que se asocia", manifiesta rotundo Hassan, un destacado hombre de negocios en el Magreb. Precisamente, la preocupación de los seis miembros de la familia de Ben Alí que más negocios han controlado dentro y fuera del país reside en el futuro de sus millonarias operaciones, puestas al descubierto estos días por parte de la oposición al régimen.

Desde la oficina del opositor Partido Desarrollo y Progreso (PDP), algunas fuentes aseguran a este diario que la autocracia de Ben Alí ha caído, pero no la inmensa fortuna que él y toda su familia han amasado durante los últimos 23 años. Ben Alí abandona el poder forzado por una histórica sublevación popular. La calle ha ganado el pulso a un régimen apoyado por un amplio aparato represor que ha conducido a la población hasta unas cotas de empobrecimiento y una falta de perspectivas desesperantes.

Si bien es cierto que el régimen contribuyó al crecimiento económico de un 5% anual hasta el estallido, hace dos años, de la crisis internacional, el poder adquisitivo de las familias ha ido descendiendo incontroladamente. Con la crisis, las alarmas de la precariedad saltaban en toda la clase media tunecina, que constituye el 75% de la población. Pero el presidente ahora huido, Ben Alí, y su mujer fueron incapaces de reaccionar a tiempo ante tal descontento social.

País emergente

Mientras la economía funcionaba --en menos de una generación Túnez se convirtió en país emergente-- a la sociedad parecía que le importaba poco que el desarrollo democrático marchara a paso ralentizado o la ausencia de libertades individuales. Túnez, tras el golpe de Estado de Ben Alí en 1987, se abría al consumismo.

Las telecomunicaciones, las cadenas hoteleras, la formación profesional, la educación, los servicios públicos de transporte, las aduanas, la justicia, las franquicias de miniprecio, las empresas relacionadas con el poco petróleo que sale del suelo tunecino... han sido controladas por la odiada Leila Trabelsi, la esposa de Ben Alí.

Tuvo que estallar la crisis mundial en el 2008 para que se esfumara el futuro porvenir y el pueblo se echara a la calle con hastío radical contra la corrupción y la subida de los alimentos básicos. Tras la ola de violencia, "comenzaron a llevarse el dinero. Está en Dubái y en Canadá. Sus hijos, hijas y yernos ya no controlarán Túnez, pero han saqueado el país", declaró un experto tunecino en cooperación. "La familia Trabelsi es rapaz. No han dejado nada", añadió.