Los equipos de rescate buscaban ayer entre los escombros más víctimas del cuádruple atentado perpetrado la noche del martes en el norte de Irak, uno de los más sangrientos desde el derrocamiento del régimen de Sadam Husein. Más de 200 personas perdieron la vida en la masacre perpetrada en Al Jataniya y Al Adnaniya, dos localidades de la provincia de Ninive habitadas por la comunidad kurda yazidí.

El saldo definitivo de víctimas no ha podido aún establecerse, pero se teme que sea aún mayor. "Hasta mañana o pasado no lo sabremos. Estamos encontrando solo partes de los cuerpos destrozados", afirmó ayer Dasil Qasim Hasún, alcalde de Sinjal, una localidad vecina, a 110 kilómetros al oeste de Mosul.

La masacre, causada por la explosión casi simultánea de cuatro camiones cisterna en zonas densamente pobladas, causó también al menos 375 heridos, que fueron trasladados a siete hospitales distintos. La televisión mostró escenas de cuerpos totalmente carbonizados y de supervivientes con heridas atroces, muchos de ellos niños.

Al menos 30 casas quedaron totalmente destruidas. La fragilidad de los edificios, hechos de adobe, contribuyó al elevado número de víctimas. El teniente coronel Mike Donnelly, portavoz militar estadounidense en el norte de Irak, señaló que las fuerzas norteamericanas están ayudando en los rescates.

Las autoridades impusieron inmediatamente un toque de queda absoluto en la zona.

El mando militar estadounidense señaló ayer que es demasiado pronto para determinar con exactitud quiénes fueron los responsables de la masacre pero subrayó que, por la magnitud del atentado y por la coordinación que requirió, todo apunta a una autoría de Al Qaeda en Irak. "Para nosotros, Al Qaeda es el principal sospechoso", afirmó el teniente coronel Christopher Garver, uno de los portavoces.

Algunos testigos, aún conmocionados, relataban ayer escenas espeluznantes. "Fue como una explosión nuclear. La segunda detonación fue todavía más fuerte", dijo el capitán del Ejército iraquí Jalal Mohamed, que se desplazó con su unidad a Al Jataniya. "Todo estaba destruido. Las casas, los edificios, los comercios... Fue horrible, una tragedia. Había muertos por todas partes".

Jamal Faris, un soldado iraquí que participa en los trabajos de rescate, encontró los cuerpos de sus familiares bajo los escombros. "Corrí hacia mi casa. Estaba destruida. Empecé a buscar a mi familia. Dos de mis hijos y dos de mis hermanos han muerto", explicó, desolado.

PRECEDENTE Este atentado es el mayor desde noviembre, cuando seis coches bomba estallaron en el barrio chií de Ciudad Sadr, en Bagdad, y causaron dos centenares de muertos.

El ataque contra la comunidad yazidí ha desatado una repulsa unánime. Para los dirigentes estadounidenses, sucesos como este no hacen sino reafirmar su voluntad de seguir en Irak. "Esta violencia indiscriminada y sin piedad solo refuerza nuestra determinación de continuar nuestra misión contra los terroristas que asolan el pueblo de Irak", señalaron en una declaración conjunta el embajador de EEUU en Bagdad, Ryan Crocker, y el máximo responsable militar, general David Petraeus.