Aunque George Bush sigue siendo presidente de EEUU, en estos momentos solo cuenta lo que diga o haga Barack Obama. Por eso, izquierda y derecha, progresistas y conservadores, presionan al presidente electo para marcar su agenda, exigiéndole a la vez un giro progresista y un estilo centrista, cuestionando nombramientos que no se han producido y criticando decisiones que no se han tomado.

Desde la izquierda, la guerra de Irak será la vara con la que se le medirá. Los grupos antiguerra (como MoveOn y Code Pink), que tanto contribuyeron a movilizar a los jóvenes en el proceso electoral, han mostrado su irritación porque uno de los nombres que con más fuerza suena para secretario de Defensa es el de Robert Gates, que ocupa actualmente el cargo con George Bush. Tampoco han gustado los primeros borradores sobre Guantánamo, que incluyen crear un tribunal especial de seguridad nacional.

Los sindicatos, otro grupo importante en la victoria del demócrata, están en la base de la petición de ayudas públicas para salvar a la industria de la automoción, que Obama defendió en persona ante Bush. Y las feministas ya han expresado públicamente su enfado porque uno de los favoritos para secretario del Tesoro es Larry Summers, que en una conferencia académica afirmó que las diferencias "naturales" entre hombres y mujeres pueden explicar por qué hay tan pocas féminas en disciplinas como matemáticas e ingeniería.

GIRO PROGRESISTA El ala izquierdista del Partido Demócrata considera que, tras décadas de dominio conservador, ha llegado el momento --como defiende, entre otros, el premio Nobel Paul Krugman-- de dar un histórico giro progresista a Estados Unidos, y que el resultado en las urnas da legitimidad a Obama para ello. Por eso le piden que sea "valiente" en asuntos como la reforma de la sanidad.

No lo ven igual los conservadores. Karl Rove (el gurú de Bush), por ejemplo, sostiene que tal mandato no existe porque Obama ganó con un programa de "centroderecha", basado en elogiar el sueño americano y proponer bajar los impuestos "al 95% del país". Paradójicamente, otros derechistas siguen llamando "marxista" a Obama, sobre todo en las ondas radiofónicas, donde las estrellas conservadoras cargan contra el presidente electo antes de que se instale en la Casa Blanca.

DE TODOS LOS COLORES La derecha, por su parte, exige a Obama que cumpla su palabra de moderación y de contar con figuras republicanas en su equipo. Incluso los obispos estadounidenses, reunidos esta semana en Baltimore, han cargado contra el presidente electo por su posición favorable al aborto.

Y, a pesar de que el proceso de transición está funcionando hasta ahora bien, desde la Casa Blanca se mostró "irritación" porque el equipo de Obama filtró detalles de su encuentro con Bush. Demasiada gente, en definitiva, a la que contentar.