Palmeras carbonizadas, metales retorcidos de automóviles y una verdadera alfombra de vidrios rotos rodeaban un profundo cráter en el corazón del otrora pacífico complejo de viviendas saudí, ayer domingo, después de que los bomberos hubieran abierto una avenida de destrucción a través del barrio devastado.

La calle que divide las dos hileras de villas hundidas estaba sembrada de trozos de cemento agrietado y juguetes infantiles. Sofás, bañeras y camas caían desde las casas demolidas en la urbanización Muhaya de Riad. "¡Oh, Dios! Esto es inconcebible, descorazonador", clamaba un joven hombre de negocios libanés.

Fuentes diplomáticas estiman que el poderoso atentado con explosivos cometido la medianoche del sábado ha causado la muerte de entre 20 y 30 personas, muchas de ellas niños. "Estoy como perdido. Todo ha desaparecido", se lamentaba el hombre, que pidió no ser identificado. "Yo sobreviví a la guerra del Líbano durante 10 años y nunca vi nada semejante a esto".

"Conozco a muchísima gente encantadora que abandonó su patria para construir aquí un nuevo futuro", continuó el superviviente. La mayor parte de los residentes de Muhaya, localidad situada en el desértico extrarradio occidental de Riad, son libaneses, con una minoría de procedentes de otros países árabes.

Otro de los residentes en la urbanización, un jordano que sólo quiso identificarse como Alaa, afirmó que escuchó un tiroteo muy pocos minutos antes de que las detonaciones sacudieran todo el barrio: "Oí disparos, muchos tiros, y después una gran explosión".

CONCEPCION IDENTICA

Los funcionarios saudís subrayan que el atentado es idéntico, en su concepción y ejecución, a los cometidos por suicidas, con coches bomba, hace seis meses. Las autoridades saudís culparon a Al Qaeda de los ataques.

Médicos, bomberos, policías y soldados trabajaron hasta el amanecer en busca de supervivientes bajo los escombros. Algunos hicieron una pausa al salir el sol, para comer y rezar antes de comenzar el ayuno diurno durante el sagrado mes musulmán del Ramadán. "Este era el lugar al que llamábamos hogar... Ahora, no queda nada", gimió el libanés.