Con cierta periodicidad, han venido apareciendo en los medios de comunicación anglosajones informaciones sobre la celebración de negociaciones secretas entre el Gobierno de Hamid Karzai y delegados de la insurgencia talibán, de representatividad cuestionable para poner fin a la guerra en Afganistán. Ayer, el rotativo estadounidense The Washington Post anunció la existencia de tratos entre representantes de alto nivel de ambos bandos con una importante particularidad: las conversaciones, en esta ocasión, cuentan con todas las bendiciones de la llamada Shura de Quetta, institución heredera del Gobierno talibán derrocado en el 2001.

Media docena de fuentes cercanas a las conversaciones consultadas por el citado diario coincidieron en señalar que los contactos se habían iniciado ya y que, aunque se hallaban aún en una fase muy incipiente, sí se diferenciaban sustancialmente de las anteriores tentativas de diálogo en la seriedad de los interlocutores insurgentes. "Están siendo muy, muy serios acerca de la posibilidad de encontrar una salida", aseguró una fuente bajo cobertura del anonimato. El portavoz presidencial Seyamak Serawi confirmó a Efe la existencia de dichos contactos, pero no ofreció más detalles.

LA PAZ Pese a que todas las fuentes con las que habló The Washington Post coincidían en que las negociaciones habían sido hasta el momento exploratorias, algunas de ellas incluso llegaron a hablar de posibles términos de un eventual acuerdo de paz para poner fin al conflicto, que incluiría la participación en el Gobierno afgano de dirigentes talibanes en la clandestinidad y el exilio en Arabia Saudí, como el mulá Omar, líder espiritual de los talibanes, quien recibiría allí trato de exjefe de Estado. El Gobierno saudí fue el único, junto con Pakistán y los Emiratos Arabes Unidos (EAU), en reconocer diplomáticamen- te al régimen talibán cuando ocupó el poder.

La publicación sostiene que, por vez primera, tanto EEUU como los talibanes tienen razones de peso para poner fin al conflicto. En el bando estadounidense, el actual presidente, Barack Obama, siempre ha hablado de que la solución al conflicto no es meramente militar, aunque hasta el momento no se había visto en la urgencia de buscar un compromiso. Ahora el líder de la Casa Blanca necesita presentar resultados antes de que comience la retirada definitiva de las tropas, prometida para el 2011. En el bando talibán, el actual liderazgo teme ser marginado por cabecillas más jóvenes y radicales.

Mientras se desarrollan estas tentativas de diálogo, la escalada violenta no cesa. Al menos 30 camiones cisterna con suministros para la OTAN en Afganistán fueron incendiados ayer en una cadena de ataques insurgentes en el noroeste de Pakistán, cerca de Quetta. La acción de los talibanes, la quinta de este tipo en una semana, se produjo en represalia por los ataques con aviones no tripulados de Estados Unidos contra los insurgentes de esta región. Pero la respuesta talibán tampoco arruga a EEUU. Al menos cuatro insurgentes murieron ayer por misiles lanzados desde uno de esos aviones.