La consigna: evitar que cunda el pánico entre la población civil debido a los cada vez más intensos bombardeos del Ejército turco. El mensaje: si en 1988, los poblados de montaña que rodean la localidad kurda de Kani Masi, en el lado iraquí de la frontera con Turquía, resistieron los ataques con armas químicas del Ejército de Sadam Husein sin que la región se despoblara, ahora es necesario hacer acopio de idéntico coraje, no ceder a la intimidación de los vecinos e invitar a los habitantes de las aldeas próximas al límite fronterizo a que permanezcan en sus hogares, pese a que los proyectiles han aterrizado ya, en muchas ocasiones, a escasos metros de sus casas.

Tan ardua labor ha quedado en manos de Salih Qimri, responsable en Kani Masi del gubernamental Partido Democrático del Kurdistán (PDK), formación que en estas regiones apartadas de la autonomía kurda iraquí, es sinónimo de Estado. "Están intentando amedrentarnos; voy por los pueblos pidiendo a la gente que se quede; hasta ahora he conseguido que muchos habitantes no huyan, pero si las cosas siguen así, acabará produciéndose un éxodo masivo", lamenta Qimri.

DE BRUCES CON TURQUIA Kani Masi es el último núcleo habitado de importancia antes de que nuestro coche se dé de bruces con el problemático límite fronterizo turco-iraquí, situado en la cumbre de una montaña de difícil acceso. Paradojas de todo conflicto: puede que la zona esté al borde de la guerra pero, en esta parte de la frontera, tan solo una simple valla, fácilmente sorteable para quien lo desee, separa a los dos estados, hoy enemigos feroces. Desde el lado iraquí se divisa, amén de valles de sobrecogedora belleza, un pequeño puesto del Ejército turco. Un total de 76 aldeas y poblados kurdos formaban la región antes de la década de los 80; es decir, antes de que el Ejército de Sadam Husein castigara el lugar con saña. La zona aún no ha restañado sus heridas, y una tercera parte de las aldeas arrasadas entonces no han renacido.

"Sadam utilizó armas químicas contra seis pueblos y entonces decidimos quedarnos; ahora podemos hacer lo mismo", espeta, desafiante, Qimri. Quizá confundiendo deseos con realidades, apuesta por un conflicto prolongado de baja intensidad: "No creo que al final haya una guerra; Turquía intenta entrar en la UE, y si lanza una ofensiva, estará yendo en contra de sus propios intereses", aventura este responsable local del partido gubernamental.

Cábalas acerca del futuro inmediato de Kani Masi aparte, lo que sí es seguro es que el miedo se ha instalado en sus valles. En sus carreteras es frecuente toparse con convoyes del Ejército turco, con base en uno de los campamentos que hace una década instaló el Gobierno de Ankara en territorio iraquí con el acuerdo del líder del PDK, Masud Barzani. A diferencia de otras zonas del norte iraquí con bases turcas, Kani Masi y sus montañas son consideradas una patata caliente , y aquí, los soldados turcos salen de su base, hacen patrullas e incluso instalan posiciones.