El Gobierno francés está literalmente acorralado por la espectacular violencia en los suburbios de París y por la extensión de ésta a otras ciudades del país, y se encuentra bajo la presión de la opinión pública, así como de la oposición de izquierdas. El Ejecutivo de Dominique de Villepin busca desesperadamente una solución para desactivar la crisis.

Los llamamientos a la calma de las autoridades religiosas musulmanas, así como de los padres de los dos adolescentes que murieron electrocutados --el detonante de los disturbios-- no han tenido efecto alguno. Los jóvenes violentos reclaman la dimisión del ministro de Interior, Nicolas Sarkozy, o al menos sus excusas por tratarlos como "gentuza". Pero Sarkozy mantiene su posición de "firmeza", porque sino será "el orden de las mafias y de los integristas el que se impondrá", dijo.

ATAQUES ORGANIZADOS La novena noche consecutiva de disturbios callejeros en los barrios pobres de la periferia parisina, que se propagaron a Toulouse, Pau, Burdeos, Lille y Rennes, entre otras ciudades, se saldaron con cerca de 900 vehículos quemados frente a un Gobierno aparentemente incapaz de frenar la escalada. Las bandas de chavales perfectamente organizadas evitaron los enfrentamientos con las fuerzas del orden y se ensañaron en automóviles, contenedores de basura, edificios públicos y almacenes.

Villepin, que reunió ayer nuevo Gabinete de crisis con los ministros implicados, no sacó otra conclusión mas que la de acelerar la aplicación del plan de renovación urbana de los barrios desfavorecidos. Este plan se espera desde hace 25 años y tendrá una dotación de cerca de 25.000 millones de euros para transformar barrios, doblar la cifra de viviendas sociales y crear zonas francas con exenciones fiscales para las empresas, informó el ministro de Asuntos Sociales Jean-Louis Borloo.

Villepin recibió también al rector de la mezquita de París, Dalil Bubakeur, para explicarle que la granada lacrimógena que impactó en una mezquita de Clichy-sous-Bois (localidad donde estallaron los disturbios) no fue lanzada por la policía. Bubakeur declaró a la prensa que el jefe del Gobierno le manifestó "su respeto" hacia la comunidad musulmana, en un mensaje que buscaba calmar la situación en los barrios poblados en buena parte por inmigrantes con frecuencia de religión musulmana.

"PALABRAS DE PAZ" Bubakeur señaló también que esperaba "palabras de paz" del Gobierno "en circunstancias tan difíciles, en las que cada palabra tiene importancia", en una clara alusión a Sarkozy, al que la oposición de izquierdas y una parte de la población de los barrios afectados acusan de atizar los disturbios con sus declaraciones guerreras, y del que reclaman la dimisión.

Sarkozy fue, sin embargo, el encargado ayer, al término de la reunión con el primer ministro, de subrayar que el Gobierno "es unánime en la firmeza" frente a los altercados. Afirmó que "el Estado republicano no puede aceptar la violencia" que "no aporta nada a nadie" y subrayó que la misión de la policía es, en primer lugar, "detener a los delincuentes", en respuesta a las críticas por haber suprimido la policía de proximidad.

Por su parte, la oposición socialista denunció de nuevo el "silencio" del presidente francés, Jacques Chirac. Fuentes del Elíseo se limitaron a responder que éste intervendrá "cuando lo considere oportuno".