Desde fuera podría verse como la gran paradoja del 2010. Mientras Alemania cierra el año con un crecimiento econó- mico sólido, una de sus tasas de paro más bajas desde la reunificación y el clima empresarial más optimista desde finales del siglo pasado, su Gobierno --formado por la coalición de conservadores y liberales y liderado por Angela Merkel-- se hunde en las encuestas y se prepara para afrontar un año aún más duro que el que deja atrás.

No eran pocos los motivos que hacían pensar que este sería un buen año para el Ejecutivo de Merkel. Lo peor de la crisis financiera había pasado, la cancillera acababa de estrenar Gobierno junto a sus ansiados socios naturales del Partido Liberal (FDP) y los pronósticos para el motor europeo eran positivos, sobre todo en comparación con otros países de la UE. De hecho, las perspectivas de crecimiento económico en Alemania no han dejado de mejorar en todo el año. Las últimas cifras del Bundesbank hablan de un crecimiento del 3,6% en el 2010 y del 2% en el 2011. La tasa de desempleo ronda el 7% --menos de tres millones de parados-- y las exportaciones han crecido.

Pero si de algo no peca Angela Merkel es de optimista y ya en su discurso de Año Nuevo del 2010 advirtió: "Algunas cosas van a ponerse más difíciles antes de volver a mejorar".

Los motivos por los que los buenos resultados no sirven para que la coalición obtenga más que un suficiente en las encuestas podrían resumirse en uno: la falta de credibilidad de un Gobierno que en 13 meses ha incumplido casi todas sus promesas. La rebaja fiscal con la que los liberales del FDP convencieron el pasado septiembre a un 14,6% de los alemanes --su mejor resultado hasta la fecha-- para que les votaran nunca llegó. A cambio, el Ejecutivo aprobó el mayor programa de austeridad de su historia que, además de recortar ayudas sociales, incluye subidas de impuestos encubiertas.

LISTA DE INCONGRUENCIAS La reforma de la sanidad sin au- mentos en las cuotas se transformó en una ley que formaliza los mismos. Más carga para el contribuyente. Si a esto le sumamos la polémica por la prolongación de la vida de las centrales nucleares y la reforma del Ejército, el resultado es una lista de incongruencias suficiente como para empezar a comprender.

Ni la antes sólida popularidad de la cancillera ha resistido, especialmente su papel en Europa. La Merkel firme y tajante que en abril defendía cada euro alemán frente al rescate griego acabó dando luz verde en mayo no solo a este sino también a la alta contribución de su país al fondo de rescate europeo. "Si cae el euro, cae Europa", dijo Merkel entonces para justificar sus vaivenes. La frase hizo desplomarse las bolsas europeas, aunque no tanto como sus niveles de popularidad. Hoy la cancillera entra a duras penas en el grupo de los diez políticos más queridos de Alemania, con un 41% de aprobación.

El único que ha perdido más popularidad que la cancillera es el líder del FDP y ministro de Exteriores, Guido Westerwelle, que ha arrastrado a su partido en las encuestas hasta un 3%.