El asesinato del alcalde de Santiago, una población cercana a Monterrey, la capital financiera de México, incrementó ayer la zozobra de los habitantes de ese estado norteño y desarrollado de Nuevo León, sometido a una guerra sin cuartel entre el cártel del Golfo y los Zetas. El alcalde Edelmiro Cavazos fue secuestrado el lunes por un comando de sicarios disfrazados de policías; maniatado y con la cabeza vendada, su cadáver apareció ayer tirado en la carretera, a siete kilómetros de Santiago.

Esa localidad, como la propia capital estatal, no eran ajenas al despliegue desatado por los cárteles de la droga a partir de que el presidente, Felipe Calderón, les declaró la guerra en diciembre del 2006. Desde entonces, en los negocios pujantes y los lugares de moda en Monterrey, se comentaba en voz baja: «Esto es de los Zetas». Ese grupo armado se hizo tan poderoso que se independizó de su creador, el cártel del Golfo. El enfrentamiento ha llevado la guerra a las calles de varios estados, entre ellos Nuevo León.

Solo en esa población de Santiago murieron al menos cinco policías en las refriegas y las venganzas de los mafiosos, que suelen colapsar toda esa zona con docenas vehículos atravesados, los llamados narcobloqueos. Ayer mismo aparecieron otros tres decapitados y los sicarios atacaron con granadas varios negocios privados de la ciudad de Monterrey. El secuestro y asesinato del alcalde de Santiago provocó la «enérgica condena» del presidente Calderón, quien ha abierto en el país un debate sobre su estrategia contra el crimen organizado, pero ha reafirmado que no cejará en una narcoguerra que ya ha provocado más de 28.000 muertos.