Aislada por tierra, mar y aire, la franja de Gaza ve crecer en su pequeño territorio un minoritario pero cada vez más preocupante enemigo interno: el fundamentalismo islámico más radical y nihilista, que ha lanzado una cruzada contra los "inmorales" campamentos infantiles de verano del organismo de la ONU para los refugiados palestinos, la UNRWA. Ayer, de madrugada y por segunda vez en cinco semanas, unos 25 hombres armados incendiaron las instalaciones donde los niños de Nuseirat, un campo de refugiados al sur de Gaza, juegan, pintan y nadan para olvidar su dura realidad.

Esta vez los atacantes se fueron sin más. En la primera acción, el 23 de mayo en la ciudad de Gaza, habían dejado un mensaje con amenazas para la UNRWA acompañado de tres balas.

Los 1.200 campamentos de verano que la UNRWA organiza desde el 2006 entretienen a unos 250.000 niños. Para los sectores más islamistas son una iniciativa ajena a los valores de la sharia en la que ambos sexos comparten espacio libremente. El Gobierno de Hamás en la franja ha condenado el ataque, que atribuye a "gente con ideas erróneas", es decir, a los grupos salafistas que le reprochan que contemporice con Israel y no haya establecido un califato islámico.

"Es otro ejemplo de los crecientes niveles de extremismo en Gaza y otra prueba de la urgencia de cambiar las circunstancias sobre el terreno que lo generan", dijo John Ging, director de la UNRWA.