El presidente de Estados Unidos, Barak Obama, regresa este lunes a Washington con una agenda en la que destacan la revisión de las medidas contra el terrorismo, una posible campaña más intensa en Yemen y la guerra en Afganistán. Obama completa hoy unas vacaciones con su esposa, Michelle, y sus dos hijas en Hawai durante la cual un joven nigeriano, que según las autoridades estadounidenses cargaba explosivos, intentó destruir un avión en el que viajaban casi 300 personas. El presidente estadounidense ha convocado para el martes en la Sala de Situación de la Casa Blanca a sus principales asesores, incluidos los responsables de Defensa, Justicia y Seguridad Nacional, para aclarar qué fallos permitieron el viaje del presunto terrorista.

El presidente analizará, asimismo, la situación en Afganistán después de un ataque en el que murieron siete funcionarios de la Agencia Central de Información (CIA) que dirigían las operaciones clandestinas contra los talibanes y Al Qaeda en la región fronteriza afgano-pakistaní. John Brennan, un asesor de Seguridad Nacional a quien Obama responsabilizó de la revisión de las medidas de vigilancia, dijo hoy que no se tenían indicios claros del plan de hacer explotar un avión en el que estuvo involucrado presuntamente el joven nigeriano Faruk Umar Abdulmutallab.

En varios programas de la televisión dominical, Brennan declaró que "hay indicios de que Al Qaeda planifica un ataque contra un objetivo en Saná", capital del Yemen. Las embajadas de Estados Unidos y el Reino Unido suspendieron hoy sus actividades en Yemen, país donde según Obama se habría planificado la operación en la que supuestamente estuvo involucrado Abdulmutallab. Por su parte, el director del Centro Nacional contra el Terrorismo, Michael Leiter, dijo en una declaración escrita que "se sabe con certeza absoluta que Al Qaeda y otros grupos tratan de mejorar sus métodos y buscan maneras nuevas de atacar a Estados Unidos".

Brennan admitió que hubo una serie de fallos y errores en el trabajo de las agencias de espionaje, inteligencia y vigilancia que permitieron que Abdulmutallab subiera con explosivos en un vuelo entre Amsterdam y Detroit el 25 de diciembre pasado. Los fallos han alimentado el debate político en Washington y también a esto deberá responder el presidente Obama, quien cerró el año como el hombre más admirado por los estadounidenses pero con un índice de popularidad que ha bajado del 65 por ciento cuando llegó a la Casa Blanca en enero pasado al 50 por ciento a finales de diciembre.

El director ejecutivo del Comité Nacional Republicano del Senado, Rob Jesmer, indicó en un mensaje a miembros del partido que Estados Unidos "estuvo a punto de que (los terroristas) destruyeran otro avión comercial en vuelo, si no hubiese sido por el fallo de un detonador". El jefe de la mayoría republicana en el Senado, John Boehner, de Ohio, criticó al gobierno de Obama por "la importación de terroristas peligrosos a nuestras comunidades".

Esa supuesta "importación" a la que se refirió Boehner es otra de las controversias a las que retorna esta semana Obama. El presidente estadounidense ordenó la compra de una prisión de seguridad máxima en Illinois para alojar a algunos de los sospechosos de terrorismo detenidos en la base naval estadounidense de Bahía de Guantánamo (Cuba). Obama prometió en su campaña electoral en 2008 que cerraría la prisión, pero desde entonces se ha topado con problemas para transferir a algunos detenidos a otros países, o para juzgar a otros en tribunales civiles de Estados Unidos.