Esta ha sido la semana de Barack Obama. Para lo bueno y para lo malo. Una semana en la que, según a quién se pregunte, Obama es un antipatriota o el político que mejor ha abordado el problema racial de EEUU en mucho tiempo. Una semana en la que el senador reculó en las encuestas pero logró un apoyo clave, el del gobernador de Nuevo México, Bill Richardson, que puede marcar tendencia entre el electorado que realmente cuenta ahora en la carrera demócrata, el de los superdelegados. Una semana de la que Obama sale, tal vez, más debilitado para ser el candidato que gane la presidencia pero, a la vez, reforzado como el candidato que debe elegir el Partido Demócrata.

¿Contradictorio? Tal vez, pero esta es la naturaleza de una carrera demócrata zigzagueante, en la que la otra candidata inevitable, Hillary Clinton, no tiene el apoyo popular necesario, y el candidato convertido en fenómeno se enfrenta a la resaca del fin de la obamanía, que ha evidenciado importantes puntos flacos en un duelo con el republicano John McCain.

EL REVERENDO, NEUTRALIZADO Obama ya es un candidato terrenal, gracias a un pastor retirado, el reverendo Jeremiah Wright, que logró con su incendiaria retórica contra EEUU lo que no habían logrado ni los republicanos ni Clinton: poner contra las cuerdas al hombre al que casó, al padre a cuyas hijas bautizó, al joven negro al que ayudó a "hallar a Jesús" hace 20 años. El pasado fin de semana fue el de la explosión del caso Wright, el de sus palabras contra el racismo de los blancos contra los negros y la política exterior de EEUU, el de "Dios maldiga América" en lugar de "Dios bendiga".

No son poca cosa estas palabras en un país convencido de que es el mejor del mundo. El martes, Obama cogió el toro por los cuernos con un gran discurso sobre las relaciones raciales en EEUU. Fue uno de sus mejores momentos, y acertó al hablar tanto a blancos como a negros y entender sus recelos desde una posición única (padre negro africano, madre blanca de Kansas).

Las encuestas (como la de la CBS, que dice que el 69% considera que Obama abordó de forma correcta el problema) invirtieron su tendencia negativa, y los comentaristas aplaudieron el discurso. Pero algunos apuntaron que el senador no se había desmarcado lo suficiente de Wright, que tal vez había sido demasiado "elevado". De nuevo aparecía en la política estadounidense un tema recurrente: el candidato demasiado inteligente , que habla demasiado bien , que no conecta con el estadounidense medio, entendido como blanco, de clase trabajadora. Y sin este votante difícilmente se puede llegar a la Casa Blanca. No cuenta que en Youtube el vídeo del discurso se viera más de 2,5 millones de veces.

Ese es el argumento de Clinton desde hace tiempo, y el caso Wright no ha hecho más que acentuarlo. "Cuanto más conocen los votantes a Obama más descienden sus posibilidades de batir a McCain y más crecen las de Hillary", escribió Mark Penn, el jefe de campaña de la senadora. "Sería fantástico que tuviéramos un ciclo electoral con dos personas que aman a su país", tiró la piedra sin esconder demasiado la mano Bill Clinton. No hay que ser visionario para imaginar lo que ocurrirá si Obama se acaba enfrentando a McCain: ataques a su patriotismo, a su experiencia. Lo que hace Clinton.

En el reino de las matemáticas (y más después de que esta semana se rechazara la repetición de las votaciones en Michigan y Florida), la distancia de Obama sobre Clinton es insalvable en términos de delegados y voto popular. Y es imposible que ninguno de los dos logre en las urnas los delegados necesarios para asegurarse la candidatura. Son los superdelegados quienes decidirán la carrera, y es a ellos a quien se les plantea el dilema: elegir a Obama, al que Clinton y situaciones como la de Wright presentan como alguien que lo tendrá muy difícil el próximo noviembre, o bien elegir a quien no ha ganado en las votaciones.

En ese sentido, el apoyo de Richardson en Oregón fue el mejor apoyo posible para el senador. Richardson debe gran parte de su carrera política a Bill Clinton: es hispano, tiene experiencia en política exterior y bendijo a Obama como un "gran comandante en jefe". Pero, sobre todo, fue el primer peso del partido que dijo en público que, si quieren vencer a McCain, es hora de unirse alrededor del candidato que tiene más votaciones.