La victoria se transforma en una pesadilla y confirma que el ejército más poderoso del mundo no está preparado para enfrentarse al terrorismo de los partidarios de Sadam y de la nebulosa islamista en torno a Al Qaeda. La guerra preventiva contra un Estado, por perversa que sea su conducta, no es medio para combatir a los grupos lunáticos que preparan los atentados suicidas, contra el ocupante y contra las organizaciones internacionales y los iraquís.

La quimera democratizadora de Oriente Próximo tropieza con el cansancio de las tropas y el fardo que pesa sobre los contribuyentes. El ´sheriff´ vuelve a mostrarse reticente ante los reparos de una opinión que dista de compartir las premisas neocoloniales de Washington. El Plan Marshall y la democratización de Alemania, Italia y Japón no pueden ser el modelo para Irak y el mundo árabe en las actuales circunstancias. La cooperación internacional, hasta ahora desdeñada, es un imperativo.