La metedura de pata fue descomunal y el primer ministro y candidato laborista, Gordon Brown, puede pagarlo caro en las urnas. Brown hacía ayer por la mañana campaña en Rochdale, una zona deprimida del noroeste de Inglaterra, y mantuvo un breve intercambio con Gillian Duffy, una pensionista de 65 años, votante laborista de toda la vida que criticó la inmigración y la política fiscal del Gobierno. Brown, con las cámaras rodeándole, la despidió con una sonrisa y buenas palabras. El tono cambió radicalmente cuando ya dentro de su automóvil arremetió contra la mujer, sin darse cuenta de que estaba abierto el micrófono de Sky News que llevaba colgado en la solapa. "Esto ha sido un desastre. Nunca tenían que haberme puesto con esta mujer. ¿De quién fue la idea?. Es ridículo". Uno de sus acompañantes le preguntó qué le había dicho. "¡Uf, de todo!. Es una intolerante que dice que era laborista. Es ridículo. No se por qué Sue me la ha traído", replicó Brown.

La señora Duffy, cuando escuchó la grabación no podía dar crédito. "Estoy muy disgustada. Es una persona educada, ¿por qué me llama así? Le he preguntado cosas que mucha gente le preguntaría, sobre los impuestos, y me llama intolerante". Luego añadió que no pensaba votar en esta ocasión.

La siguiente imagen fue la de un Brown mortificado, con la cabeza hundida entre las manos, mientras le pasaban la grabación, durante una entrevista en los estudios de radio de la BBC. El primer ministro ya había llamado por teléfono a la mujer para disculparse y después fue a visitarla a su casa y pasó más de media hora con ella. "Soy un pecador arrepentido", dijo después el líder laborista a los periodistas que le esperaban frente a la vivienda.

El error es grave porque muestra a Brown como un tipo insincero, que dice una cosa en público pero realmente piensa otra. Peor aún, la señora Duffy es justo el tipo de simpatizante laborista muy descontento, que tanto necesita recuperar Brown para no estrellarse el próximo jueves.