La policía marroquí detuvo a las familias de al menos seis de los 14 terroristas suicidas que el jueves causaron 41 muertos en varios atentados en Casablanca. Además, por todo el país, continúan los arrestos en los círculos de radicales salafistas.

El ministro de Justicia, Mohamed Buzuba, señaló ayer que "oficialmente, sólo hay un detenido", y que el resto han sido "interpelados", la expresión utilizada en Marruecos para describir la situación de las personas que, aunque no haya cargos en su contra, son mantenidas bajo custodia mientras dura su interrogatorio y que luego son liberadas. Sin embargo, según fuentes gubernamentales, el número de detenidos supera la treintena. "Se está interpelando a todo el mundo que pueda aportar informaciones útiles para la investigación", dijo el ministro.

CASA VACIA

En cualquier caso, ayer no servía de nada llamar a la puerta azul de la chabola de la familia Kotari, una vivienda que este periodista consiguió encontrar tras cuatro horas de búsqueda. Nadie contestaba, porque nadie quedaba dentro de la que, hasta el viernes, era la casa de uno de los 14 kamikazes. "La policía llegó el sábado y arrestó a los padres del terrorista; los demás familiares se fueron", explicó Mohamed Aemamra, un vecino de Tuma, el miserable barrio del distrito de Sidi Mumen, el más pobre de Casablanca, donde vivían todos los terroristas.

"La policía también arrestó a las familias de los otros cinco jóvenes de este barrio que participaron en los atentados", relató este militar retirado, mientras señalaba la casa de los Kotari: un armazón de ondulante chapa oxidada imbricado en unas paredes levantadas manualmente con cemento barato. Es una más en medio de un oceáno de chabolas, donde las parabólicas coronan tejados de chapa sobre los que hay pedruscos para que no se vuelen con el viento.

"Cuando los policías se lo dijeron, los padres del kamikaze no podían creer lo que había hecho su hijo", recordó el joven Adbelnabi. A Aemamra no le sorprende. "Los conozco bien porque eran mis vecinos. Todos eran jóvenes muy fanáticos y agresivos; acosaban a los hombres para que hicieran la plegaria y se unieran a su grupo; y a las chicas las hostigaban para que se pusieran el velo", dijo, y añadió que el hijo de los Kotari "estudiaba ley islámica y estaba en paro".

Este antiguo piloto de helicópteros aseguró que todos los kamikazes "eran chicos de veintipocos años, llevaban las barbas largas, pero uno o dos días antes de los atentados se las afeitaron para pasar desapercibidos". Aemamra confirmó que el horror suicida se ha incubado y se ha hecho fuerte en el infierno de miseria y desempleo de Sidi Mumen. A la pregunta de si en el barrio hay más jóvenes así, no dudó: "Sí. Por desgracia, este barrio está infectado de fanáticos y grupos radicales".

Fuentes del Gobierno local dijeron que, además de estudiantes, un guardia y varios parados, entre los suicidas "había un profesor de una escuela del barrio de Tit Melil, un maestro brillante con dos diplomas". A diferencia de los vecinos, las autoridades dijeron que esos suicidas no tenían una actitud fanática que los delatara. "Era gente --dijeron las fuentes-- que llevaba una vida normal y sólo venía a Sidi Mumen a dormir".

RELACIONES CON RADICALES

Pero las detenciones no se redujeron a los familiares de los suicidas. Sin contemplaciones, la policía detuvo a todos aquellos relacionados con círculos radicales, especialmente con la corriente salafista. "La policía detenía a todo el que veía con barba", dijo Adbelhakim, un joven estudiante que vive en Tuma.

"A mi hijo se lo llevaron ayer, lo arrestaron cuando salía de la mezquita, la policía lo esperaba", explicó la madre de Taleb Abubí. Zohra, la hermana del detenido, reconoció que Taleb pasó un año en prisión por su implicación en la lapidación de un borracho, el primer asesinato de La Recta Vía, grupo salafista radical sobre el que recaen las sospechas por el atentado del viernes.