Hacia las once de la mañana, en la terminal 2 E del aeropuerto Charles de Gaulle, algunos familiares esperan con impaciencia la llegada del vuelo AF447 procedente de Río de Janeiro. El cielo está despejado y corre una ligera brisa. Nada parece alterar el tráfico aéreo en este lunes de pentecostés, festivo en Francia.

De repente, las pantallas informan de que el A330 lleva retraso. El frustrante Delayed (Retrasado) aparece de forma intermitente con letras luminosas. Paciencia. Poco después, los altavoces piden a las personas que esperan la llegada del vuelo que acudan a la oficina de información de Air France. La inquietud empieza a reflejarse en la mirada de los familiares.

Aquí empieza una jornada interminable de dolor y desesperanza para los allegados de los 228 pasajeros del avión desaparecido en pleno vuelo en medio del Atlántico. Les esperan médicos y psicólogos. A media tarde reciben la visita del presidente francés, Nicolas Sarkozy, que les confirma que la posibilidad de encontrar a sus seres queridos con vida es "muy débil".

Luz de esperanza

Al otro lado del Atlántico, en Río de Janeiro, la noticia pilla a los familiares de los 58 pasajeros brasileños en sus casas. Acuden al aeropuerto internacional Tom Jobim en busca de información, de una luz de esperanza.

Una cincuentena de personas se concentran en las instalaciones desorientadas. A medida que el pesimismo gana terreno, los rostros palidecen, se demudan. Algunos huyen de las cámaras. Otros se desahogan ante ellas. "No lo puedo creer, mi hija Adriana Francesca iba en ese avión, viajaba a Seúl pasando por París", declara Vasti Ester van Sluijs aún bajo el shock.

Su aflicción contrasta con el alivio de dos pasajeros que no pudieron coger el avión. Claude Jaffiol hizo todo lo que pudo para poder subir al aparato y llegar antes a su casa, en Montpellier, e incorporarse hoy a su trabajo. Pero pese a su insistencia, sus esfuerzos por encontrar asiento resultaron vanos. "El avión iba lleno hasta los topes", explicó ayer a la televisión francesa con voz trémula. "Me siento salvado por un milagro", comentó. Claude afirmó que, a pesar de todo, piensa embarcarse en el próximo avión con "serenidad".

Mientras, en el aeropuerto Charles de Gaulle, Sarkozy consolaba a los familiares de las 61 víctimas francesas. Visiblemente afectado, el presidente francés elogió "el coraje y la entereza" de estas personas.