De repente, como una llamarada de ira, contagiados por las masivas revueltas que ha vivido Túnez en las últimas tres semanas, miles de jóvenes argelinos se han echado a la calle contra el paro, la corrupción y la carestía de la vida. Las principales ciudades de Argelia, el país más rico del Magreb, se han convertido desde la noche del miércoles en auténticas trincheras, con barricadas, edificios públicos y vehículos ardiendo, y violentos enfrentamientos entre los jóvenes y las fuerzas de seguridad que ayer aumentaron el cordón militar y policial en la capital, Argel, y Orán, al oeste del país.

"He visto a la policía utilizar gases lacrimógenos y bates de béisbol. Los chavales lanzaban piedras y cócteles molotov", explicó a esta corresponsal José Antonio Doñoro, analista de mercado de la Oficina Comercial de la embajada española. Lo atracaron dos veces en la noche del jueves.

COMO EN EL 88 Fuentes próximas a la diplomacia española en Argel han asegurado que el Centro Nacional de Inteligencia (CNI) ha pedido a los ciudadanos españoles que no salgan de sus casas y eviten acercarse a la embajada. "La situación que estamos viviendo recuerda a la de 1988 cuando los jóvenes también se sublevaron contra la miseria y la subida de los precios", manifestó el periodista Madjid Makedhi, del diario argelino independiente Al Watan . Su temor, compartido por la clase política argelina, es que con la ayuda de la extrema pobreza, los islamistas puedan rentabilizar políticamente las revueltas.

En el último año, los productos de primera necesidad, así como la leche, el azúcar o el aceite, han subido sin piedad para las familias argelinas. "Si somos tan ricos en petróleo y gas, ¿dónde está el dinero de nuestra riqueza?", protesta el joven Mizouk, de la ciudad bereber de Tizi Uzu, en la región de la Cabilia. Con 27 años, aspira a convertirse en harraga, que en árabe quiere decir "quemar fronteras". Así se conoce a los candidatos dispuestos a entrar en las redes clandestinas para alcanzar Europa, El Dorado.

Los jóvenes, que constituyen el 70 % de la sociedad argelina, hartos de la situación socioeconómica, son tentados a diario por las mafias. Las perspectivas de futuro son escasas, así que el que no se integra en la armada, se sube en un cayuco, o peor aún, "se suicida", dijo Mizouk.

COMERCIOS CERRADOS El miedo se ha apoderado de los comercios y de los restaurantes, al menos en la capital. Desde el miércoles pasado, buena parte de ellos mantienen las puertas cerradas por temor a los motines. Los jóvenes amenazan con seguir adelante con los amotinamientos hasta que el régimen autoritario del presidente, Abdelaziz Bouteflika, responda a sus necesidades. Sin embargo, el Gobierno argelino, con aparente frialdad ante un país en llamas, ha preferido callar.