Una riada de zapatos abandonados tapiza el puente de Aima, testimonio de la magnitud de la tragedia que ha golpeado Bagdad, donde más de 800 peregrinos, entre ellos muchas mujeres y niños, murieron ayer en una avalancha de pánico, en plena procesión de duelo religioso shií. A pesar de las estrictas medidas de seguridad, la estampida alcanza una inusual violencia. "Ha sido el infierno total", afirma un miembro de los servicios del orden perteneciente al Ejército del Mehdi, la milicia del jefe shií radical, encargada de canalizar, junto con policías y soldados, a la multitud hacia el mausoleo del imán Musa al Kadim.

En todas direcciones

"Alguien ha gritado que había kamikazes con cinturones de explosivos entre la multitud y todo el mundo ha empezado a correr en todas las direcciones", afirma este joven barbudo que luce sobre su camisa negra una foto de su jefe.

"Las mujeres lo han tenido peor para correr porque las abayas --velo negro que las cubre de la cabeza a los pies-- dificultaban sus movimientos y porque los niños se les aferraban", explica este hombre.

Cuando se desata el pánico entre la multitud, pasan unos minutos de las 10.30 de la mañana. A esa hora, miles de peregrinos transitan por el puente en los dos sentidos: abandonan o se dirigen hacia el mausoleo del barrio shií de Kazimiya. Proceden en su mayoría de los barrios shiís del norte de la capital: Ciudad Sadr, Chaab, Al Qahira o Ajadida.

Obstáculos

La riada humana avanza sin fluidez, muy lentamente. La multitud camina en zigzag entre los obstáculos que han sido emplazados en el puente para impedir el paso de posibles coches bomba.

De madrugada, se han disparado morteros en dirección al mausoleo del imán Musa al Kadim y ello ha disparado la tensión. Corre también un inquietante rumor sobre el envenenamiento de peregrinos tras haber consumido alimentos en latas de conserva en los alrededores del lugar santo.

La valla se desploma

Los consejos oficiales no son menos alarmantes. Algunos policías instan a la multitud a evitar beber o comer mientras atraviesan el barrio suní de Adamiya, separado del de Kazimiya por el río Tigris. De repente, la multitud corre sin saber adónde. Parte de la turbamulta queda atrapada junto a una de las vallas de protección del puente. Cuando ésta cede, cientos de personas caen al vacío.

Los que no han muerto ahogados al caer al río, perecen aplastados y pisoteados. Muchos ancianos sucumben asfixiados y muchos niños son pateados, en medio del pánico general, según una fuente del Ministerio del Interior.

"Las primeras víctimas han sido transportadas a los jardines próximos al mausoleo del imán Musa al Kadim", indica el miliciano del Ejército del Mehdi. Mientras, las ambulancias van y vienen en medio de un caos total. En el hospital Nuame, en el barrio suní de Adamiya, se alinean decenas de cuerpos en los pasillos, a falta de otro lugar. Una vez que se consigue identificar a las víctimas, son transportadas en ambulancia hacia los hospitales de sus respectivos barrios.

Móviles sonando

Decenas de personas buscan a sus seres queridos y los teléfonos móviles suenan sin parar.

Pero, a pesar de todo, las procesiones no se interrumpen, sino todo lo contrario. El fervor religioso se duplica entre los peregrinos. Los fieles se flagelan todavía con más dureza en memoria del séptimo imán que, según la leyenda de los shiís, murió envenenado después de haber sido encarcelado bajo el reinado del legendario califa Harún al Rashid.