Rusia anunció hoy que enviará una nueva expedición al Círculo Polar Ártico en noviembre próximo, con el fin de recabar más datos con los que apoyar sus pretensiones territoriales sobre esa zona rica en hidrocarburos. "El equipo de la nueva expedición aún no ha sido formado, aunque ya tenemos una idea general", aseguró Artur Chilingárov, jefe de la expedición que colocó la pasada semana, por primera vez en la historia, dos batiscafos tripulados en el fondo del Polo Norte.

Esa expedición tendrá como destino la cordillera submarina Lomonósov, que se eleva 3.700 metros desde el fondo del océano Glacial Ártico. Los científicos rusos pretenden demostrar que Lomonósov es continuación de la plataforma continental de Siberia, lo que permitiría a Rusia explotar los ingentes recursos energéticos del Ártico. Según los expertos, la zona reclamada por Moscú tiene una superficie de 1,2 millones de kilómetros cuadrados y se cree que acoge una cuarta parte de las reservas mundiales de hidrocarburos.

La futura expedición viajará a la zona en un rompehielos atómico, pero esta vez utilizará sólo batiscafos no tripulados. "La tarea es determinar los límites de la plataforma continental rusa en el Ártico. Es una cuestión de Estado", dijo Chilingárov, también vicepresidente de la Duma rusa (cámara baja del Parlamento). Chilingárov recalcó la necesidad de "restablecer los puestos fronterizos al norte del archipiélago Tierra de Francisco José", perteneciente a Rusia y compuesto por 191 islas desérticas cubiertas de hielo, que se encuentra a una distancia de aproximadamente mil kilómetros del Polo Norte.

El presidente ruso, Vladímir Putin, aseguró el martes que las reivindicaciones territoriales rusas en el Ártico deben ser demostradas ante las instancias internacionales correspondientes. Chilingárov fue uno de los tripulantes del batiscafo Mir-1, que junto a otro similar, el Mir-2, llevó a cabo una investigación submarina sin precedentes, cuando se posó en el fondo del lecho marino justo bajo el Polo Norte a una profundidad de 4.261 metros.

Con ayuda de un brazo mecánico, el Mir-1 depositó en el lecho marino una bandera de Rusia hecha de titanio y resistible a la corrosión, de un metro de altura, y recogió pruebas del suelo y algas de esa zona. "Me importa un comino lo que hayan dicho ciertas personalidades extranjeras sobre la expedición. El Ártico ha sido y será ruso", dijo Chilingárov a su llegada a Moscú junto a sus colegas de la travesía polar. Estados Unidos, Canadá y otros países con intereses en la zona aseguran que la colocación de la bandera en el fondo del Ártico no tiene implicaciones jurídicas.