En contra de las expectativas que ellos mismos habían levantado, los sindicatos no lograron ayer paralizar Francia, pero la jornada de huelga y, sobre todo, la asistencia masiva a las manifestaciones constituyen una seria advertencia para la política económica con la que el presidente Nicolas Sarkozy ha decidido enfrentarse a la crisis. Más de un millón de trabajadores secundaron los paros. Un millón salieron a la calle, según la policía, cifra que el sindicato CGT eleva a 2,5 millones.

El temido jueves negro no fue tal, especialmente porque los transportes públicos funcionaron con relativa normalidad y se palió así la sensación de caos. En la empresa de los ferrocarriles (SNCF), los huelguistas fueron un 41%, según CGT, y un 36,7%, en cifras de la compañía.

Pero la incidencia en el tráfico puede regularse desde que existe la ley de servicios mínimos aprobada en agosto del 2007, tres meses después de la llegada al poder de Sarkozy. La ley obliga a los trabajadores a anunciar si van a participar o no en la huelga, lo que permite a la empresa organizar el trabajo. Así, los dos tercios de los TGV funcionaron. Mayores dificultades hubo en el tráfico regional y de cercanías, muy irregular, con un 35% de circulación en unas líneas y un 90% en otras. El metro de París funcionó en un 75% y los autobuses en un 85%.

LA MITAD, EN EDUCACION En la educación, la incidencia fue de casi la mitad en primaria y de un 28% en secundaria, según el ministerio, cifras que los sindicatos elevan al 67,5% y al 60%, respectivamente. En los demás servicios públicos la huelga se notó menos. Pararon la cuarta parte de los funcionarios, un 28% en Correos, un 33% en la compañía de electricidad EDF, un 42% en France Telecom (telefonía) y un 15% entre los controladores aéreos. Los vuelos que salieron sufrieron retrasos de una hora y hubo un 12% de anulaciones en el aeropuerto de Charles de Gaulle y un 35% en el de Orly.

Aunque los sindicatos habían llamado también al paro en el sector privado, el seguimiento fue menor, ya que las centrales francesas solo tienen verdadera fuerza en las empresas públicas.

Las manifestaciones que jalonaron la huelga fueron numerosas, "las más grandes desde hace 20 años", según el secretario general de la CFDT, François Chérèque. En París desfilaron 65.000 personas, según la policia. En cifras sindicales, 300.000.

APOYO SOCIALISTA La primera secretaria del Partido Socialista, Martine Aubry, y otros dirigentes fueron a la plaza de la Bastilla para saludar a los líderes sindicales, al que no quisieron restar protagonismo. Por eso, los socialistas se concentraron en un lugar del recorrido, sin desfilar en la cabecera. "Los asalariados no han de pagar por los banqueros", gritaban los manifestantes.

Este grito expresa el malestar por la forma en que Sarkozy afronta la crisis económica, con un plan centrado en la inversión y en las ayudas a las empresas y sin medidas en favor de los asalariados. "Ahora, corresponde al Gobierno aportar respuestas sobre la reactivación con medidas concretas para los asalariados y después se decidirá sobre la continuidad del movimiento", dijo Chérèque. "No es una explosión de cólera pasajera, habrá continuación", aseguró Bernard Thibault, secretario general de CGT. Las marchas más numerosas en otras ciudades se produjeron en Marsella, Toulouse y Burdeos. En un comunicado, Sarkozy consideró "legítima" la inquietud expresada en la jornada, dio las gracias a los trabajadores que tuvieron "el valor" de hacer funcionar los servicios mínimos que paliaron las consecuencias de la huelga y confirmó que recibirá a los sindicatos en febrero.