Discutir un párrafo. Ese fue el fin de la reunión que el secretario general de la ONU, Kofi Annan, y el presidente sirio, Bachir al Asad, mantuvieron ayer en Damasco. Se trataba del decimoquinto párrafo de la resolución 1701 que estableció el alto el fuego entre Israel e Hizbulá.

Ese párrafo prevé el embargo de armas a la milicia chií libanesa, y su aplicación se ha convertido en la lucha diplomática del momento en Oriente Próximo. A falta de ver qué ocurrirá los próximos días, Annan se fue ayer de Damasco satisfecho tras escuchar de labios de Asad el compromiso de que Siria "tomará todas las medidas necesarias" para cumplir el párrafo 15.

APOYO A LA MILICIA Siria se comprometió, por tanto, a respetar el embargo de armas a Hizbulá. Sin tener unos lazos tan estrechos como Irán, el régimen sirio ha contribuido durante años al crecimiento de la milicia chií, ya que desempeñaba un papel que le favorecía en dos frentes: mantenía la presión sobre Israel en su propia frontera y tenía una postura prosiria en el rompecabezas interno del Líbano, país que Siria ocupó y tuteló durante 29 años, hasta el 2005. Además, parte del arsenal de Hizbulá fue facilitado por Siria o llegó al Líbano por su territorio. De ahí que sea imprescindible que el embargo sea efectivo para que el régimen de Asad acepte colaborar con la ONU.

Israel no se fía de Siria, y por eso exige que los cascos azules se desplieguen en la frontera entre el Líbano y Siria como condición previa a levantar su bloqueo aéreo y marítimo sobre el Líbano. Pero como ayer recordó Asad a Annan, Damasco consideraría un despliegue así como un "acto hostil", y ha amenazado con cerrar la frontera si eso ocurre, una decisión catastrófica para el Líbano, que perdería su única salida al resto del mundo árabe.

DELICADO EQUILIBRIO Por eso, y porque sus relaciones con Siria son delicadas, Beirut se niega a que los cascos azules patrullen la frontera y dice que los 8.600 militares que ha enviado al valle de la Beká son suficientes para evitar el tráfico de armas. Israel difiere y no levanta su bloqueo, así que Annan buscaba en Damasco un compromiso político.

Y lo que encontró Annan fue el rechazo sirio al despliegue de los cascos azules en la frontera, el compromiso a aumentar los controles y su disponibilidad a efectuar patrullas con el Ejército libanés "cuando sea posible". Suficiente para Annan, que se mostró satisfecho porque Asad le prometió usar su "influencia" para liberar a los tres soldados israelís capturados.