Duar Skuela. Solo pronunciar el nombre de este barrio de chabolas de la periferia de Casablanca ya suscita una reacción de temor entre los marroquís. La razón es que, de los cinco terroristas que en el último mes han sembrado la alarma en Marruecos con una cadena de acciones kamikazes, todos identificados, al menos cuatro procedían de este barrio: los hermanos Abdelefetá y Ayub Raydi, Mohamed Mentala y Mohamed Rachidi.

El nombre en sí no debería dar demasiado miedo. Duar es el término árabe con que se denominan las pequeñas aldeas o pedanías y skuela no es más que la degeneración en el dialecto popular marroquí de la palabra española escuela , pues la zona ha recibido el nombre del colegio hebreo que décadas atrás estaba allí enclavado.

Lo que sí da pavor es el paisaje. Para alcanzar el suburbio hay que cruzar un solar convertido en un vertedero, una pradera de desperdicios por donde corretean y buscan alimento unos astrosos corderos de lanas ennegrecidas por la suciedad.

Falta de aire

La miseria, como una infección que lo contagia todo, se extiende también al barrio, a las calles y hasta a las caras de sus habitantes. Cientos de barracas, con bastas paredes de ladrillos colocados a su suerte y techos oxidados de chapa, se extienden creando un magma desordenado donde, como hongos, brotan las antenas parabólicas. El conjunto de callejuelas, además de la suciedad, es tan abigarrado que uno siente que falta el aire.

"Aquí no merecerían vivir ni siquiera los animales", clama Ahmed, un chaval. La vida en Duar Skuela es demasiado perra. "La gente --añade-- se pregunta por qué esos kamikazes han salido de nuestro barrio. Es suficiente con que vengan aquí a mirar. Esto es un infierno. La miseria en la que vivimos es la respuesta a todos esos porqués".

En ese barrio la vida no se vive, se sufre. Ahmed padece la misma existencia sin sentido que vivieron los kamikazes antes de subirse al carro de la locura islamista. La misma que ahora sufren Abdelkader, Mohamed y Ismail, los chavales que se suman a la conversación.

Tras abandonar los estudios en la adolescencia, fracasaron a la hora de buscar trabajo y el paro perenne les obliga a vegetar, a ver los días y su juventud pasar entre la pobreza y la basura. "Este es el peor sitio del mundo para ser niño, para ser joven. Aquí no hay ningún centro de ocio. Nuestros niños no juegan a fútbol porque el descampado donde podrían hacerlo está repleto de basura", dice Ahmed, que detalla la pesadilla: "Como no tienes trabajo, no tienes nada que hacer. El aburrimiento te mata, así que muchos acaban emborrachándose, fumando hachís o tomando karkobi pastillas".

Afeitado preventivo

El grupo de jóvenes asiente a las palabras de Ahmed y, como si nunca antes nadie hubiera querido escucharles, se disputan el turno para hablar con nosotros. "Tras los atentados del 2003, el Gobierno nos prometió que habría grandes proyectos, que los barrios de chabolas iban a mejorar. Una y otra vez nos han prometido cosas, dicen que van a hacer, a construir, a arreglar... Pero el tiempo pasa y nunca hacen nada", dice Ismail, que se gana la vida como vendedor ambulante.

"Hasta aquí me llegaba la barba", dice orgulloso, señalándose el pecho. "Me la corté después de los atentados porque la policía detenía a todos los que veía con barba y yo no quería problemas", explica mientras nos conduce a la casa donde vivían los hermanos Raydi. "Tiene dos metros de ancho y dos de largo. ¿Puede alguien vivir en cuatro metros cuadrados sin volverse loco?", dice.

La mala fama de Duar Skuela se ha convertido en un estigma para sus habitantes. "Si vas a buscar trabajo, en cuanto el patrón se entera de que vives en Duar Skuela, le da el puesto a otro. Nuestro DNI es una maldición para nosotros", dice Imsail, otro joven.

Además, en barrios como ese se cumple la máxima de que todo puede ir a peor. Y así ha sido. Ismail lo explica con crudeza: "Desde lo de los kamikazes, la gente nos margina. Cuando saben que vives en este barrio, se apartan de ti, es como si estuviéramos apestados".

El vínculo de los kamikazes con Al Qaeda produce risa. Para Mohamed, un taxista, "los terroristas de Al Qaeda son gente preparada, que planea los atentados, no que se explotan por las esquinas sin ton ni son como esos chicos".