El 9 de septiembre de 1975,el vicario general delEjército, Victorio Bonamín,se preguntó: “¿No querráCristo que algún día lasFuerzas Armadas esténmásallá de su función?” Losmilitares, agregó, eran“soldados del Evangelio”. Enmarzo de 1976 vendría elgolpe militar y un sobrino deBonamín desaparecería. Elpadre pidió ayuda al obispo.“Él se lo buscó”, replicó este.

Tras el golpe, Adolfo Tortolo,vicario castrense ypresidente de la ConferenciaEpiscopal, dijo que “laprovidencia puso adisposición del Ejército eldeber de gobernar” y llamó a“desestimar las denunciasextranjeras sobredesapariciones”.

Dos de los obispos que seenfrentaron al régimenmurieron de manera“accidental”, pero la Iglesiano lo denunció. En mayo de1976, la ConferenciaEpiscopal hizo pública unaCarta Pastoral en la quereconocía que “no podemospretender un goce del biencomún y un ejercicio de losderechos, como en época deabundancia”.

Los obispos reconocieron enel 2000: “Hemos sidoindulgentes con posturastotalitarias, lesionandolibertades democráticas quebrotan de la dignidadhumana”. Y pidió perdón aDios “por los silenciosresponsables” y por la“participación efectiva demuchos de tus hijos”.