Un año y seis días después de que un activista de la Yihad Islámica hiciera estallar la bomba que llevaba adosada en una panadería de Eilat matando a tres civiles, el terrorismo suicida volvió a golpear a Israel. En esta ocasión, un militante palestino hizo estallar su carga explosiva a las 10.30 horas en un centro comercial de la ciudad de Dimona, al sur del país, causando la muerte a una mujer, además de a sí mismo, e hiriendo a otras 11 personas. Un segundo suicida fue abatido antes de que activara su carga.

Desde la apertura de la frontera de Gaza con Egipto, las autoridades israelís estaban en alerta por el temor a un atentado a través de la frontera egipcia, la vía usada por la Yihad hace un año.

Ayer, los dos suicidas eran de Gaza y la operación, preparada hacía un mes, se había mantenido en cuarentena hasta que voló la frontera, según un portavoz de las Brigadas de Al Aqsa. Esta milicia, ligada a Al Fatá del presidente Mahmud Abbás, se atribuyó el ataque junto a la facción laica del Frente Popular.

CONDENA Al Fatá negó cualquier vinculación con el atentado, mientras Abbás expresó su "total condena" tanto por el ataque de Dimona como por la operación israelí que, horas antes, acabó con dos milicianos cerca de Yenín. Distintas fueron las palabras de Hamás. Un portavoz se vanaglorió del "acto heroico" de los suicidas.

Mientras, en Gaza, donde la represalia israelí acabó con un activista, encapuchados palestinos y policías egipcios se enfrentaron a tiros en la frontera de Rafá. Un civil palestino murió y 46 policías egipcios resultaron heridos por tiros y pedradas.