Los demócratas de EEUU llevan meses pidiendo sin éxito a la Administración que dote a la flota de 6.800 aviones comerciales de la tecnología antimisiles que protege a los aparatos militares. Ahora, dos días después de la detención de un hombre que pretendía vender un misil antiaéreo portátil SA-18 a una célula de Al Qaeda en el país, crece la alerta sobre la vulnerabilidad de los vuelos comerciales ante un ataque con un arma fácil de conseguir en el mercado negro y que puede destruir aviones de cualquier tamaño.

La detención, el martes en Nueva Jersey, de Hemant Lakhani, un ciudadano británico de origen indio, culminó una operación encubierta que los servicios secretos de EEUU, Rusia y Gran Bretaña pusieron en marcha hace meses y en la que nunca hubo contacto con terroristas reales ni tráfico de un arma operativa.

Lakhani había asegurado el año pasado en EEUU que podía conseguir en Rusia un SA-18 para venderlo a los terroristas. Alertados por las autoridades estadounidenses, agentes de los servicios secretos rusos se hicieron pasar por traficantes de armas y vendieron por 85.000 dólares (más de 75.000 euros o 12,5 millones de pesetas) el misil, que había sido modificado para evitar que pudiera ser disparado. Mientras, agentes encubiertos del FBI se hicieron pasar por terroristas interesados en comprar el arma.

El traficante viajó el domingo a Nueva Jersey y el misil llegó el martes a Baltimore. Lakhani fue detenido y ayer fue acusado de prestar apoyo material a terroristas y de vender armas sin licencia. Otras dos personas fueron detenidas en Nueva York, supuestamente implicadas en la trama.

INTERESES ECONOMICOS

Fuentes cercanas a la investigación dicen que Lakhani se mueve sólo por intereses económicos. Pero su detención ha puesto de manifiesto la vulnerabilidad de los vuelos comerciales.