Walton, un suburbio tranquilo de Liverpool, en el noroeste de Inglaterra, donde nació Kenneth Bigley, el rehén británico amenazado de muerte por sus captores, se preparaba ayer para lo peor. "Simplemente estoy muy triste --declara una mujer que vive al frente de la casa de la madre de Bigley, en la calle de Bedford--. Paso el día haciendo zapping en la tele para saber lo que pasa".

La calle de Bedford estaba ayer plagada de periodistas y cámaras. La vecina de los Bigley dice que los niños de la escuela primaria de Saint Mary han orado por la vida del rehén. El pasado martes, centenares de personas participaron en una misa en la iglesia ubicada en la calle.

En la ciudad natal de Bigley, la esperanza de que el ingeniero británico sea liberado se desvanece. "Ya no abrigo muchas esperanzas de que sobreviva --explica la vecina--. Sus días están contados. Todos aquí estamos sufriendo por su familia".

Enfrente, en el número 56, donde vive Liz Bigley, de 86 años. Es el lugar donde toda la familia se ha reunido y desde donde lanzan los llamamientos para pedir la liberación del secuestrado. Paul, uno de los hermanos de Kenneth, ha criticado al primer ministro, Tony Blair, por no ceder a las exigencias de los captores. Pero no todos creen que haya que salvar a Bigley cueste lo que cueste.

"Nos gustaría que se salvara, pero si eso significa dejar salir a esa gente de la cárcel, estaríamos animando a los secuestradores a hacer lo que quieran", dice Marion Shells, de 67 años. Ayer, el sacerdote John Thomson, de la iglesia Saint Francis de Walton, visitó a la familia. Casualmente, Thomson es primo de Cherie Blair.