Ganó Hillary Clinton en Pensilvania de forma clara (alrededor de esos 10 puntos en los que se había cifrado su éxito) y con ello se profundiza la división que vive el Partido Demócrata, condenado por la resistencia de la senadora y la incapacidad de Barack Obama de poner fin a una carrera sin fin que es vista por muchos en la formación como una amenaza a sus posibilidades en noviembre, cuando uno de los dos se enfrente a John McCain. Ganó Clinton en Pensilvania, pero cuanto más dure el pulso fratricida entre los demócratas, cuanto más negativa sea la campaña, cuanto más se erosionen los dos candidatos, mejores son las perspectivas de los republicanos. Así que, sí, ganó Clinton, pero probablemente también venció McCain.

De entre los exhaustivos estudios de distribución de votos que los medios de EEUU efectúan a pie de urna, hay una cifra que llama la atención: el 43% de los votantes de Clinton en Pensilvania dicen que, si Obama es el candidato, en noviembre se abstendrán o votarán a McCain.

POLEMICA CAMPAÑA Es la consecuencia de una campaña negativa, agria, de la que la senadora es responsable (algo por lo que ayer la criticaba duramente The New York Times ) y que se basa en descalificar a Obama ya no como potencial ganador contra McCain, sino como posible presidente. Poner en duda a Obama por elitista o por su reverendo es la única forma que Clinton tiene de lograr la candidatura, ya que en delegados electos el senador ya es el virtual ganador. Y Pensilvania (el último gran estado en juego, con su demografía mayoritariamente blanca, con su fuerte presencia de blancos de clase trabajadora y con su gran número de Reagan democrats , demócratas conservadores) ha emitido un veredicto muy duro contra Obama. Clinton le sacó 200.000 votos; ganó en 62 de los 67 condados; se impuso en casi todas las categorías que no sean los negros y los menores de 45 años (blancos de ambos sexos, clase trabajadora, habitantes de zonas rurales, católicos, judíos...), y arrasó entre las mujeres, el fiel bastión que quiere ver a la senadora en la Casa Blanca.

Argumenta Obama que su resultado no es tan malo como parece, dado que Pensilvania es territorio Clinton (de la misma forma que Carolina del Norte el 5 de mayo será territorio Obama ) y que hace seis semanas las encuestas le daban a la senadora una ventaja de 20 puntos. Y recuerda que, en términos de delegados, la carrera permanece inalterada. Pero hace tiempo que desde el punto de vista de Clinton esto no va de delegados, sino de superdelegados , y en este sentido los resultados de Pensilvania crean una duda razonable sobre la capacidad de Obama para vencer en noviembre si parte de la coalición de mujeres, hombres blancos trabajadores y tercera edad de Clinton no se pasa a sus filas contra McCain. Por tanto, la carrera continúa, ya que tras su clara victoria nadie se atreverá a decirle a Clinton que lo deje y los superdelegados que siguen indecisos no tienen motivos para decantarse. La próxima gran cita demócrata será el 5 de mayo en Indiana y Carolina del Norte, donde el debate se planteará en los mismos términos que en Pensilvania y que el pasado marzo en Ohio y Tejas: Clinton necesita ganar y Obama tendrá una nueva oportunidad de zanjar la carrera.

LA BATALLA CONTINUA Pero el estado de ánimo ayer entre los analistas y los dirigentes demócratas es que ni siquiera una victoria de Obama en esos dos estados provocaría la retirada de Clinton. La victoria en Pensilvania le dará a la senadora el dinero que necesita con urgencia y, sobre todo, el argumento político para continuar en liza como mínimo hasta que acabe el ciclo de primarias en Montana y Dakota del Sur, a principios de junio, y quién sabe si hasta la convención de agosto en Denver. Aún queda mucho camino, para deleite de McCain.