-Fueron niños que trabajaron en el campo. Hoy eso es impensable...

-Otros tiempos, bastante más duros. El olivar era la forma de vida de nuestros padres en Robledillo de Gata. Hoy las madres no pueden llevarse a sus hijos al trabajo, pero entonces sí. Nosotros, los tres hermanos, íbamos a la escuela, como cualquier niño, pero quedaban las tardes o los fines de semana, y les ayudábamos. Nuestros padres se ganaban la vida con el aceite y un poquito con el vino. Cogíamos la aceituna y elaborábamos el aceite en el molino del pueblo. No solo se comercializaba con él sino que era una parte fundamental del alimento de la familia. El aceite se usaba para todo, para conservar la matanza e incluso como remedio curativo. Recuerdo cómo mi tía metía la árnica en el aceite y siempre que te quemabas: ¡el chorreón de aceite para el brazo! Tengo el recuerdo de salir del colegio e ir a coger aceitunas. Cogíamos primero del suelo, las recolectábamos en cestas, luego las echábamos a los sacos... Era duro, se enfriaban bastante los dedos. Mi madre siempre nos tiraba algún caramelo y nos decía: «Cuando lleguéis al caramelo os lo podéis comer». O te daban una ‘paguina’ por la cesta que llenabas. Comíamos en el campo, en familia, alrededor de una lumbre, asando una morcilla, un chorizo... Era singular. Era otra vida.

-Pasan los años, llega la crisis y podrían haber abandonado el olivar de sus padres, pero se lanzan a una iniciativa empresarial...

-Nuestros padres se hacen mayores. Ellos consiguieron sacarnos adelante y nosotros teníamos nuestra vida en Cáceres. Se nos planteaban dos opciones, dejar perder ese olivar o intentar mantenerlo. Llegó la crisis, hacíamos obras y ese sector se vio bastante perjudicado, así que junto a mi cuñado intentamos hacer sostenible la explotación. Con mi padre se vendía la aceituna como aceituna de mesa a las cooperativas, que te pagaban en dos o tres fases, como querían y al precio que querían. Y eso era inviable. Así que decidimos dar un paso más: elaborar nuestro propio aceite de manzanilla cacereña, que este año ha sido un boom.

-Así es. Precisamente su empresa, Oleosetin, ha conseguido los reconocimientos más importantes del sector: el Gran Prestige Gold del concurso internacional Terraolivo de Israel, o la medalla de plata del Premio Mario Solinas del Consejo Oleícola Internacional, organismo dependiente de la ONU, que agrupa a todos los países productores de aceite de oliva del mundo: es algo así como el Oscar del Aceite...

-Es el premio más importante del mundo del aceite. Estos reconocimientos han hecho que podamos decir que nuestro aceite es uno de los mejores del mundo. Tiene la particularidad de que se hace en una empresa familiar. Elaboramos el aceite solo con nuestra aceituna y toda la trazabilidad de la aceituna está en nuestras manos: cuidamos el olivar, recolectamos la aceituna, tenemos nuestra propia almazara, vendemos nuestro aceite pero también difundimos la cultura del aceite, lo ponemos en valor, el nuestro y el resto de aceites de calidad. Queremos compartir nuestras experiencias. En Marchagaz tenemos apartamentos rurales y en Cáceres una oleoteca.

-Por eso dicen, metafóricamente, que sus olivos dan aceituna tres veces al año...

-El olivo de manzanilla cacereña es poco productivo, no tiene que ver con un olivo andaluz. El nuestro es muy pequeñito, un año que cargue mucho puede dar 15/20 kilos de aceituna. Además, es una aceituna que da poquito aceite. Con lo cual se elabora poco aceite y es bastante costoso. De modo que para hacerlo sostenible le hemos dicho a nuestros olivos que den aceituna tres veces, una primera cosecha sería el aceite que elaboramos, una segunda sería nuestra escuela de cata en la oleoteca con cursos y degustaciones, y una tercera nuestros alojamientos turísticos para que la gente conozca nuestro olivar (son olivos centenarios, de 500 a 600 años) y nuestra almazara.

-Además, son líderes en manzanilla cacereña...

-Somos pequeños productores. Trabajamos los tres hermanos y mi cuñado, y otros tres trabajadores en el campo. Hacemos del orden de 6.000 a 7.000 litros de aceite, depende del año...

-Disponen también de ganadería. Lo suyo es un emporio...

-Solo con el aceite no podríamos sobrevivir, así que sacamos jugo a todo lo maravilloso que tenemos. En nuestro olivar ecológico se crían nuestros cerdos y nuestras ovejas. Los derivados del ibérico pronto estarán en el mercado con nuestra marca.

-¿Se puede ser empresario sin mucho dinero?

-Es complicado. El olivar viene heredado, el resto cuesta dinero, pero lo que más vale es nuestro trabajo, nuestra formación y las ganas de difundir esta cultura, de contarle a la gente que tenemos un producto de primera que deberíamos conocerlo mejor.

-El aceite ha alcanzado precios máximos en una década. ¿Qué está pasando en el sector?

-El problema aquí es que no todo lo que se compra como aceite de oliva, lo es. Claro, podemos encontrar un aceite de oliva en un supermercado a 3,50 y podemos encontrar en nuestra oleoteca aceites que van desde 11 a 20 euros el medio litro. Son productos totalmente distintos que se llaman igual. Es un problema de legislación. Nosotros vendemos auténtico zumo de aceituna extraído únicamente por medios mecánicos y conservado y cuidado con mimo. El precio sube porque crece la demanda, es la decimotercera grasa más utilizada en el mundo, pero en esa escala están por delante muchas otras guarrerías que se llaman aceite de oliva y que no tienen ni la mitad de los efectos saludables que tiene el aceite de oliva de verdad. Es un producto que ya en Japón se está comercializando en píldoras porque saben de sus efectos beneficiosos y cada vez hay más estudios científicos que corrobaran sus beneficios. Es un placer gastronómico y un producto saludable. Incluso en algunas farmacias se está vendiendo como medicamento por sus efectos de rico alto oleico y con muchos antioxidantes.

-Hablan ustedes de Oriente. Allí quieren tener tantos olivos como Jaén. Pekín dispone de un plan para plantar 59 millones de olivos en el valle del rio Bailong...

-Sí. Ya lo hicieron con el jamón. Se está plantando en China, en California, en Portugal... es un olivar productivo que no va a calidad sino a volumen de aceite, por eso la variedad que se siembra es arbequina, que dentro de las cuatro variedades del aceite es la menos estable, la que menos antioxidantes tiene, pero es la que más produce, la que antes entra el olivar en producción y la que mejor se siembra en super intensivo. No digo que haya que ir al olivar tradicional, pero sí que hay estudios que certifican que da más calidad. Y luego hago otra anotación: aunque los chinos se lleven nuestra manzanilla cacereña nunca tendrán nuestras condiciones agroclimáticas. El olivar de manzanilla cacereña se da en la Sierra de Gata, en una altura de 400 a 800 metros, con un clima propio y en unos terrenos pobres y arcillosos. Tendrían que llevarse el olivo, el clima y el suelo. No sé si serán capaces (risas).

-La comercialización de productos gourmets basados en aceite de oliva del país está de moda. Ya no es la garrafita...

-Me meto con la garrafa porque cualquiera que sepa un poquito de aceite sabrá que es el peor envase donde podemos meter nuestro oro líquido. La luz es un acelerante de la oxidación; antiguamente en todas las casas, en las alacenas o en la parte más oscura, había un gran depósito de aceite del que se iba sirviendo la familia. Se debe proteger además del oxígeno porque con su contacto se deteriora. Por eso en nuestra almazara, como apreciamos el aceite, los tanques se inertizan, se les añade nitrógeno para que ese oxígeno salga y envasamos en botella de cristal para volúmenes pequeños, o en ‘bag in box’ para volúmenes más grandes, para que el aceite mantenga las mismas características con las que salió de la almazara.

-¿Pero no corren el riesgo de convertirse en un producto de lujo inasequible al bolsillo?

-Es que no estamos hablando del mismo producto. No estamos hablando de aceites de refinería que pasan procesos químicos, esto es un producto natural. Lo que tenemos que hacer en España es valorar ese producto. Indudablemente nos va a costar un poco más, pero es que en el resto del mundo ya nos están quitando el aceite.

-O sea, que si queremos vivir más no hay que comer basura...

-No deberíamos. El problema de nuestra alimentación lo veremos en un futuro no muy lejano, por desgracia. La alimentación es un factor muy importante frente a las enfermedades y las expectativas de vida.

-Entonces hay que poner en valor la dieta mediterránea...

-Hace poco salió un estudio de esperanza de vida en Finlandia y en una isla en Creta, y se asociaba a la dieta mediterránea. La parte básica de esa dieta es el aceite de oliva. Estamos descubriendo ensayos científicos que corroboran sus efectos saludables.

-Fíjese que la campaña de promoción del aceite de oliva de España desembarcó en la emblemática Times Square, con el objetivo de dar valor al origen de un producto que se consume cada vez más por todo Estados Unidos. ¿Considera entonces que es el momento de apostar?

-Sí. En España, el 80% del aceite que se vende es refinado. España exporta la mitad de la producción de aceite de oliva virgen extra y un país como Italia, comercializador de aceite de oliva, nos compra un tercio del aceite que exportamos y lo comercializa. Lo que estamos conquistando ahora es el mercado nacional.

-Estados Unidos y Australia, dos de los principales importadores de aceite de oliva fuera de la Unión Europea, están aplicando estándares de calidad distintos de los que exige el COI. En la práctica, eso supone privilegiar a sus productores frente a la importación, una medida que perjudica claramente al sector español, que vende 90.000 toneladas al año a Estados Unidos y otras 30.000 a Australia. ¿Qué opinión les merece este asunto?

-Es una pena. Debemos tender en estos tiempos a unirnos y no a separarnos. Es la soberbia, los intereses económicos lo que está ocurriendo con estos países.

-¿Apoyan el cooperativismo?

-En los aceites de calidad es muy importante la recolección. En España, por desgracia, las cooperativas siguen pagando a sus socios por kilos de aceitunas, no por calidad. Mientras no cambie eso las cooperativas tienen un handicap importante porque sacar un aceite de calidad les va a costar bastante más, mientras que un productor puede seleccionar su aceituna para hacer un aceite de calidad.

-Otro problema al que se enfrentan es el robo de aceitunas...

-Crea una gran impotencia. No podemos ponerle puertas al campo. El fruto de nuestro trabajo está expuesto a que los amigos de lo ajeno se lo apropien. Ya hemos visto cómo hay almazaras que compran aceitunas a un precio más barato y las camuflan.

-El campo es la locomotora de la exportación extremeña. El sector quiere prorrogar el sistema de ayudas al aceite de oliva y los partidos parece que no presentan alternativas. ¿Cuál es su punto de vista?

-Siempre estaremos a favor de las ayudas al aceite de oliva, pero lo que diría más es que lo que debemos proteger es el producto que tenemos. Debemos diferenciar los distintos tipos de aceite y debemos poner en valor los productos que realmente tienen esa calidad superior al resto. En cuanto a ayudas, el sector del oleoturismo está en auge. Es lo que pasa un poco con el vino: la visita a la viña, las catas a las bodegas... Eso se puede trasladar al aceite de oliva, y estamos empezando ahora. Es una opción, pero no es una cultura que nos hayamos inventado hoy, es milenaria y hay que apoyarla.

-Y ya para terminar, «Alma tiene 20 años y adora a su abuelo, un hombre que lleva años sin hablar. Cuando el anciano se niega también a comer, la chica decide recuperar el árbol milenario que la familia vendió contra su voluntad. Pero para ello, necesita contar con la ayuda de su tío, una víctima de la crisis, de su amigo Rafa y de todo el pueblo. El problema es saber en qué lugar de Europa está el olivo». Este es el argumento de la película de Icíar Bollaín. ¿Qué es para ustedes el olivo?

-Por desgracia lo que cuenta la película sí está pasando. El olivo se ha convertido en un árbol de jardín cuando es un patrimonio milenario que se está trasladando a lugares donde no debería estar. Su sitio no es la rotonda de una carretera. El olivo es un bosque natural, un mar, un patrimonio, una cultura arraigada a nuestra historia alrededor del Mediterráneo, un medio de vida que no hay que dejar en el olvido sino transmitirlo a las generaciones venideras. El olivo es lo que nos sacó adelante, nuestro trabajo y nuestra vocación.