Hace un par de décadas, el documentalista británico Nick Broomfield lanzaba con su famosa película Kurt & Courtney una pregunta incómoda: ¿Mató Courtney (Love) a Kurt (Cobain)? En la que Netflix estrena hoy, Whitney: Can I Be Me, coproducción de la BBC y Showtime, la pregunta que formula es: ¿Por qué murió Whitney Houston? Los forenses dictaminaron que fue por un ahogo accidental, al que contribuyeron una enfermedad cardiaca y el consumo de cocaína, pero ¿cómo llegamos hasta ese momento?

Broomfield, conocido por su tono sensacionalista, se muestra en esta ocasión comedido, no se sabe si por evitar juicios con los herederos -quienes están supervisando un documental paralelo dirigido por Kevin Macdonald- o por el apego que desarrolló hacia el personaje mientras trabajaba en la película.

Según ha explicado a la revista Rolling Stone, tras un primer montaje del filme próximo al «reportaje periodístico», decidió cambiar de montadores y «poner la voz de Whitney» tanto como fuera posible. No quería solo cabezas parlantes hablando sobre el legado y la influencia de la artista, sino también algo de esa emoción pura que Houston podía provocar con sus canciones.

La película, que pasó con éxito por los festivales de Tribeca o Sydney antes de su estreno en salas, combina entrevistas originales con amigos, familiares y músicos; material de archivo, y metraje filmado por el codirector Rudi Dolezal para un documental inacabado sobre la gira alemana de Houston de 1999.

¿Por qué murió Whitney Houston?, decíamos. Lo más fácil sería señalar con el dedo a su marido, Bobby Brown. Pero, según la película, las drogas hicieron acto de aparición en la vida de Whitney mucho antes de 1999. La peluquera de la cantante, Ellin LaVar, cuenta que cuando la artista era una adolescente sus hermanos podían traer heroína a casa.

Además de Bobby Brown, otras personas complicaron la existencia de Houston. Entre ellas, su descubridor, Clive Davis, que declinó participar en la película. Quien sí explica cómo se construyó el mito Whitney es un publicista del sello Arista, Kenneth Reynolds. Según recuerda, al público se le daba «la princesa Whitney» y no «la Whitney de Newark», el barrio humilde en el que creció.

«La compañía tenía en mente la visión de crear a un icono pop. Una artista que fuese aceptada por las masas, fácil de entender por los Estados Unidos blancos», explica Reynolds. No buscaba a una James Brown femenina, digamos, sino a una especie de nueva Barbra Streisand.

Cada vez que se alejaba de esta imagen de princesa baladista, el juicio de sus allegados y de la opinión pública podía ser devastador. La situación era insostenible. Como Houston explicó a Rolling Stone en 1993, aunque la imagen de una persona es parte de ella, no es el paquete completo. «No siempre voy con vestido de lentejuelas. No soy el ángel de nadie».

El título Can I be me hace así referencia a una pregunta retórica que Houston hacía habitualmente mientras otros se inventaban su personalidad: «¿Puedo ser yo?». Con esta película se quiere mostrar a esa otra Whitney, juguetona, divertida y, para bien o para mal, complicada, sobre todo en las relaciones con familia, amores y drogas.

Tras ser abucheada en los Soul Train Awards de 1989, Whitney preguntó nuevamente «¿puedo ser yo?» y exigió a su sello que la devolviera del pop blanco y las baladas a la música negra. La noche de aquellos premios, Houston conoció a Brown, cuya entrada en escena supuso la lenta desintegración de la relación de la artista con Robyn Crawford, amiga del alma, asistente y, según muchos rumores, amantes.

Crawford siguió formando parte del equipo durante los años 90, pero su marcha tras la citada gira alemana, al parecer, contribuyó al giro drástico de Houston hacia las drogas y el alcohol. En el filme se apunta a la desaprobación familiar de esa amistad. Cuando la madre de Whitney, Cissy, es preguntada por la periodista Orpah Winfrey sobre si le habría importado que su hija fuese gay, ella contesta: «Absolutamente». Madre estricta, presión añadida.

Según la asistente social Carrie Starks, Houston luchó por dejar sus adicciones y ser una buena madre para su hija, Bobbi Kristina Brown, quien, para su desgracia, murió por causas similares en julio del 2015 tras haber estado en coma inducido durante seis meses.