Al margen de los merecimientos propios demostrados por el equipo que ha redactado el dosier para presentar a Cáceres como capital gastronómica, estoy convencido de que tiene tres pilares que la avalan como merecedora del título.

Las recetas del Monasterio de Alcántara, dadas a conocer mundialmente por la Duquesa de Abrantes, esposa del general Junot. En el año 1808, en el expolio que los franceses hicieron en la Guerra de la Independencia, salvó Junot de la biblioteca un recetario de cocina que llevó a su esposa. Esta se lo enseñó al mejor cocinero francés de todos los tiempos, Escoffier, que al leerlo dijo: "Esta es la mejor conquista que ha hecho Napoleón en España". Varios platos de este recetario, sofisticadísimos, aún se ponen en los mejores restaurantes de Europa.

No olvidemos que Carlos I de España y V de Alemania, en el Monasterio de Yuste, solo se dedicó a comer. Hay un dicho de entonces: "Antes que emperador, padre prior", porque los mismos frailes le proporcionaban las mejores recetas con un buen vino de la tierra. Y en la boca, siempre un trozo de jamón de Montánchez.

En el Monasterio de Guadalupe, al margen de los pobres, también comían los ricos. Monarcas como Felipe II y Sebastián I de Portugal (1576) comieron juntos en más de una ocasión en el Monasterio de Guadalupe. Esto hay que decirlo y demostrarlo ante los jueces que dictaminen quién será la Capital Gastronómica. Y aquí también había un dicho: "Antes que conde o duque, fraile de Guadalupe".

Cáceres tiene historia gastronómica para ganar. Elena Nevado , su alcaldesa, debe estar orgullosa y convencida de la victoria, aunque no es la primera vez que teniendo todos los merecimientos, nos arrebatan un título por los inconfesables intereses de los que forman parte de jurado. Quiero equivocarme.

Jamás olvidaré la barra del Jironés (llamado también La Universidad) en la plaza de San Juan, tomando un vino de Montánchez y un plato de jeta con mis primos Juan Diego y Luis María Delgado. Allí los intelectuales cacereños tenían una animada tertulia.