Comenzó la feria taurina en el exilio. Llegó lo que nadie deseaba y se dieron una serie de circunstancias para que el inicio fuera desangelado y sin el brillo que le corresponde a una ciudad y un ciclo taurino como Mérida. No fue masivo el peregrinaje de aficionados al coso portátil instalado más allá del ferial, quizás por el mal tiempo, posiblemente porque está faltando público en general en las plazas, pero casi con toda seguridad, también, por el descontento general de la gente ante una situación atípica, ilógica e irracional.

La climatología adversa hizo que los pocos que acudieron sufrieran una tarde fría, lluviosa y tormentosa, que además en lo que al aspecto puramente artístico se refiere tuvo poco lucimiento. Los datos engañan, pues se congregó en el coso un público con ganas de fiesta, a pesar de todo, para el que casi todo valía. Se cortaron muchas orejas, demasiadas, y en general de poco peso. Se hacía difícil mentalizarse de que estaba uno en Mérida, feria de segunda categoría, que siempre ha tenido un nombre en el calendario taurino nacional. Pero así están las cosas y mientras no se resuelvan, habrá que llevarlo como se pueda.

Los novillos de José luis Pereda, con los distintos hierros de la casa, tuvieron desigual presencia y juego. Destacaron los lidiados como tercero, cuarto y sexto, aunque a éste le faltó fuerza, pero resultó noble y con calidad. Con él, se vio el mejor toreo de la tarde. Cadencioso y lento lo llevó Ambel Posada, que sacó muletazos de bella ejecución aunque sin poder bajarle la mano. La faena tuvo temple y buen gusto y el remate fue con estocada después de pinchazo y un golpe de verduguillo. Con el tercero, Ambel había estado discreto en una labor sobria, sin más.

GANAS DE MURILLO Miguelín Murillo se topó con un primero de lote sin raza, manso y poco colaborador. Estuvo voluntarioso con el capote, banderilleó con soltura y compuso un trasteo de muleta vistoso y del gusto del público, que le hubiera valido para cortar oreja, pero pinchó hasta tres veces antes de dejar media estocada en buen sitio. Con el quinto, violento y de viaje corto, Murillo puso todo de su parte. Volvió a banderillear con eficacia y la faena de muleta no pudo resultar lucida por la escasa colaboración del animal. Pero la entrega del novillero emeritense se vio recompensada con el doble premio.

El rejoneador local Juan Carlos Jiménez sustituía a Luis Correa. Con el que abrió plaza, soso y parado, mostró más voluntad que acierto. Sin embargo, ante el cuarto, estuvo más entonado. Realizó una labor de gran conexión con los tendidos y tuvo mérito todo lo que hizo, pues es un caballero de corto bagaje. Rejoneo alegre y vistoso que firmó con un rejón certero.