Mérida

El 18 de junio de 1933, época de la II República, se celebraron las primeras representaciones en el Teatro Romano de Mérida, espectáculo que no se había representado ni en Italia ni en Francia, fue pionera España y Mérida en particular con este escenario único. Las crónicas dicen que hubo más de 5.000 personas. Este teatro no estaba acondicionado para tanto público y la asistencia fue masiva.

El asesor literario y artístico de la Compañía Xirgu-Borrás, director de escena y promotor de este espectáculo, Cipriano Rivas Cherif, recibió las felicitaciones más calurosas y la frase que se hizo famosa del presidente de la República Manuel Azaña que asistió a la representación: Venga un abrazo, Cipriano; has estado como Dios .

A esta primera representación asistieron el presidente Azaña, el ministro de Estado, Fernando de los Ríos; el ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes, Francisco Barnés; el profesor y escritor Miguel de Unamuno con sus hijos; el ministro de Paraguay; el embajador de Italia, el Gobernador civil de la Provincia, el alcalde de Madrid, el de Mérida, Andrés Nieto Carmona, y los arqueólogos José Ramón Mélida y Maximiliano Macías.

LA OBRA

La obra que se representó fue Medea , del poeta cordobés Lucio Anneo Séneca, que tradujo al castellano Miguel de Unamuno, cuya prosa fue impecable. Nadie como él, tanto como profesor de Griego como escritor, para realizar semejante reto que se superó con creces a todo lo previsto.

No hubo un decorado de cartón piedra, todo era tal y como se descubrió en 1910, piedra sobre piedra.

La interpretación de Margarita Xirgu y Enrique Borrás fue todo un éxito, acompañado de la Sinfónica de Madrid y un buen número de actores secundarios y de extras emeritenses. Al final de la obra todo el público en pie aplaudía, no solo la actuación de los actores, sino que sacaron a los arqueólogos José Ramón Mélida y Maximiliano Macías por el trabajo realizado en el monumento en 1910, y que supuso la recuperación de este escenario que aprobó el entonces ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes, el Conde de Romanones.

Los sacerdotes de la época, de ambas parroquias, Santa María la Mayor y Santa Eulalia recomendaban a sus feligreses en las homilías que asistieran al espectáculo. Una obra en este escenario siempre ha sido un espectáculo.

El arqueólogo emeritense Maximiliano Macías comentaba entre los amigos: "A veces salgo de casa sin intención de ir al Teatro Romano y cuando me doy cuenta me encuentro ante sus sillares".

Estas representaciones de 1933 dieron paso a la Semana Romana en años sucesivos. Otras obras vieron la luz en este escenario hasta 1936, cuando se suspendieron a causa de la guerra civil. Volvieron a reanudarse en la década de los cincuenta.