La ciudad de Mérida está llena de símbolos. Son iconos que para unos tienen un gran significado, para otros no tanto y, seguramente gran parte de la ciudadanía, ni siquiera se habían percatado de que estaban. Se trata de los símbolos propios del régimen franquista que todavía hoy, después de más de tres décadas ininterrumpidas de democracia en España, persisten camuflados entre el mobiliario urbano.

Lejos quedan las calles y plazas dedicadas a los héroes del franquismo y a los más fieles al régimen. Los chicos que hoy van al instituto no recuerdan que el Paseo de Roma era antes el de Carrero Blanco, que John Lennon era hace treinta años la calle del Comandante Castejón, o que la calle Almendralejo estaba dedicada al Teniente Coronel Yagüe. Entre los años 1982 y 1983, no sin polémica, aunque no excesiva, según el entonces alcalde, Antonio Vélez, todos estos nombres fueron retirados del callejero emeritense.

Sin embargo, en algunas de sus viviendas aún se pueden observar las placas del Instituto de la Vivienda que en la época del régimen construía lo que hoy en día conocemos como pisos de protección oficial. Muchos ni siquiera sabrán que el escudo que acompaña a la inscripción pertenece a la Falange, pero para otros ese símbolo representa al ideario que provocó el exilio, la tortura, la cárcel e incluso la muerte de algún familiar, de doloroso recuerdo.

En medio de la discusión entre retirar de las calles o no estos pequeños resquicios del franquismo, hay organizaciones como la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica, que con la ley que lleva su mismo nombre en la mano, reclaman que esta simbología sea eliminada y caiga en el olvido para siempre. Esta semana, con motivo del aniversario de la entrada en la ciudad de las tropas de Franco en Mérida, han vuelto a entonar una reclamación tan histórica como cargada de polémica. El debate está servido.