Los años sesenta eran tiempos propicios para reunirse en torno a una tertulia cultural, donde se hablaba de música, teatro, libros y del futuro.

La televisión comenzaba y los amigos todavía se reunían ante un café, una copa o, por la noche, en el Rancho Chico, en la entrada de la avenida de Proserpina, donde una joven nos cantaba los sábados unas baladas preciosas. Ya tomábamos el kalimocho, una bebida que era refrescante y sobre todo barata: vino tinto con cola.

Las reuniones eran en casa de José María Saussol, en la calle Romero Leal. Preparábamos una obra de teatro escrita por él. También en el bar Trópico, en la calle Santa Eulalia, donde está actualmente la perfumería París.

Los contertulios buscaban cualquier lugar dónde no pudiera molestarles la secreta , que siempre estaba detrás de este tipo de reuniones, hasta el punto que decidieron irse por la noche al teatro romano, donde en más de una ocasión Antonio Vaquero Poblador, un magnífico pintor, se llevaba la guitarra y amenizaba la velada con alguna canción de la época. Era la moda de Maite y de Perdóname .

Otros dos pintores no nunca faltaban a esas reuniones era José Antonio Ferreiro, que sigue pintando que es una delicia; y Julio Moriñigo, que cambiaba su forma de pintar dependiendo de cómo se encontraba el cosmo.

Vaquero Poblador vino a Mérida de mano de Luis Simancas para decorarle el comedor del hotel Emperatriz, hoy Meliá Mérida. El mural, que se ha perdido, tenía varios metros. También había decenas de cuadros. Unos se han vendido en el traspaso del hotel y otros estarán en algún almacén de Luis Simancas.

De los tres pintores tengo cuadros y los guardo como una reliquia, sobre todo el último de Ferreiro, una acuarela de la estación de Mérida que me embelesa.

Todo se improvisaba y en determinadas ocasiones nos reuníamos con los mayores, o ellos venían a nuestras tertulias, como mi padre, Jesús Delgado Valhondo, que creó con otros, como Julio Román, las obras leídas y los monólogos en el salón de actos del sindicato, un lugar donde más cultura se impartió en aquellos años. Todo eran facilidades para reunirnos o hacer alguna obra. El contertulio era el profesor del instituto Santa Eulalia Antonio López Martínez.

BAR TROPICO Este bar de la calle Santa Eulalia era lugar de reuniones. Allí nos hemos encontrado muchas veces para charlar de teatro, de la obra que representamos en el Liceo y en el teatro romano, cuyo autor es José María Sausol, hoy profesor de Lengua en Tiestre (Italia). Merece capítulo aparte.

NO faltaba Carlos Cascón Chito; Tomás Acosta Santamaría; que lo hemos perdido hace poco; Manuel Avila; Pedro Burgos; Vicente Ruiz y su hermana María del Carmen y María Teresa Núñez, que escribía guiones para Radio Juventud de Mérida. Tampoco los tres pintores: Vaquero, que venía de Badajoz, y los emeritenses Ferreiro y Moriñigo.

Se palpaba cierto poso cultural cuyas raíces venían de esas tertulias de la posguerra del Bodegón de la Victoria o de Casa del Padre Mollete, que lo regentaba Pedro María Moreno, cuya hija Lolín me ha facilitado mucha documentación de entonces. Eran épocas entrañables y de grato recuerdo.