T al día como hoy, 8 de septiembre, los extremeños y extremeñas celebramos el día de nuestra tierra. Recordar y celebrar este día nos hace conscientes de la importancia de un momento en el que tomamos las riendas de nuestro destino. Es por ello que todo lo alcanzado hasta ahora es fruto del trabajo y esfuerzo de cada mujer y hombre, de la abnegación de todos para situar a Extremadura en el mapa y acercarla a los centros de decisión política y económica de los que históricamente vivió alejada.

Fue en 1983 cuando los extremeños decidimos que Extremadura no debía ser más que ninguna otra región, pero tampoco menos. Decidimos que nuestras señas de identidad, aquello que defendíamos tras muchos años de oscuridad, serían la libertad, la igualdad y la justicia, para una Extremadura muy diferente de norte a sur, de este a oeste, pero que tenía por objetivo un mismo proyecto: la accesibilidad de todos los ciudadanos a los servicios esenciales sin distinción entre nuestros pueblos y nuestras ciudades.

Fue así como conseguimos crear unión entre dos provincias que vivían tan cerca y se sentían tan lejos, fuimos capaces de romper con lo establecido. Fue con el tesón y trabajo de todos como dimos sentido a los colores de nuestra bandera. Al verde, símbolo de nuestras dehesas, al blanco, de la esperanza por un futuro halagüeño y al negro, símbolo de gran parte de nuestra historia llena de sufrimiento y esfuerzo.

Ahora estamos en otro tiempo, con nuevas maneras de relacionarnos, de viajar, de vender y comprar. Hablamos por whatsapp, creamos álbumes fotográficos en las redes sociales, viajamos con BlaBlaCar (a falta de un tren digno) y nos alojamos en AirBnb. Vivimos en un mundo de continuo cambio, un nuevo tiempo al que debemos seguir sacándole partido para que nuestros pueblos sigan vivos y nuestras ciudades llenas de color.

Extremadura es rica en gastronomía, en turismo y en patrimonio artístico y cultural. Nuestros productos y denominaciones de origen bien podrían abanderar el turismo gastronómico del país.

Nuestros vinos, cada más conocidos y valorados, nuestros jamones y quesos, como los del Casar, Serena o Los Ibores. Nuestros aceites en comarcas como la Sierra de Gata, Las Hurdes o La Serena. Sin olvidar la labor de nuestros apicultores con la miel en Villuercas-Ibores, nuestras internacionales cerezas del Valle del Jerte, el pimentón de la Vera, los higos de Almoharín y tantos productos elaborados de los que sentirnos orgullosos y que traspasan fronteras.

Una tierra rica en patrimonio medioambiental, desde Monfragüe, estandarte este año de los actos del Día de Extremadura, al Geoparque Villuercas-Ibores-Jara, pasando por la Siberia-Serena, Sierra de Gata, las Hurdes o la comarca de Tentudía. Variedad paisajística que sumado a nuestro gran Patrimonio Histórico desde épocas prehistóricas hasta nuestros días han servido de reclamo para que, cada vez más, producciones cinematográficas nacionales e internacionales, se hayan fijado en nuestra tierra convirtiéndola en un gran plató de cine y llevando el nombre de Extremadura y de ciudades como Plasencia, Trujillo, Cáceres o Mérida a todos los rincones del mundo.

No menos importante es una de nuestras joyas culturales, como es el Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida que alcanza ya su 63 edición. Aquella Medea de Séneca, magistralmente interpretada por la actriz Margarita Xirgu en 1933, nos abrió paso al mundo permitiéndonos mostrar una de las maravillas arquitectónicas de la época romana mejor conservadas y un escenario por el que han pasado los más ilustres y grandes actores y actrices del género teatral.

Nuestros lugares, nuestros productos, nuestra gente… que con su esfuerzo y trabajo de sol a sol han conseguido levantar a esta tierra en estos 34 años de autonomía.

Feliz Día de Extremadura.