cuando me pidieron mi balance sobre este año agrario, tuve claro cuál ha sido el elemento que lo ha definido. Que esta pasada campaña agraria pasada ha sido un desastre climatológico tras otro, nadie lo duda; todos los agricultores y ganaderos hemos vivido con desesperación los efectos de la sequía en los distintos cultivos, en pastos y la falta de agua para abrevadero del ganado y las colmenas. De esa sequía hemos pasado a lluvias torrenciales y tormentas que han generado daños en los cultivos, desembalses como el del Tiétar que se han llevado por delante las parcelas de muchos agricultores, provocando además daños estructurales y fríos que han retrasado la fruta.

Pero la sequía y las tormentas no se han limitado al ámbito natural, también se han sentido sus efectos en la Administración que no ha acompañado con medidas y acciones a la agricultura y ganadería extremeñas.

Sequía de apoyos a estas adversidades climáticas, con créditos que la consejería sacó tarde, en marzo, cuando el otoño e invierno habían sido terribles para la ganadería, los cultivos permanentes y el olivar, cuando el agricultor y el ganadero había asumido íntegramente el coste de que no hubiera comida ni agua en el campo; sequía de medidas de apoyo a las pérdidas en explotaciones arrasadas por el desembalse de Tiétar, porque las Administraciones se pasan la pelota sin llegar a solucionar el problema.

Tormentas (que descargan en unas zonas sí y en otras no) de sacrificios de nuestro ganado por tuberculosis.

Si se siguen sacrificando con un criterio restrictivo, sin tener en cuenta los resultados analíticos que contradicen los de campo, seguro que las cifras de prevalencia bajarán, pero será por la disminución de animales a los que hacerles las pruebas: “no se hacen prisioneros, solo muertos”.

El sacrificio de reses sigue afectando a nuestras explotaciones de vacuno y caprino sin llegar a solucionarse el problema a pesar de las pérdidas económicas y de patrimonio que sufre el ganadero.

Sequía en los presupuestos que se destinan a medidas como la regeneración de la dehesa o las ayudas al desarrollo sostenible, que permiten únicamente aprobar el 25% de las solicitudes de agricultores y ganaderos y eso a pesar de que se han abrazado a la bandera de la economía verde; o diseñando un plan para el fomento de la producción ecológica pero no convocando las ayudas agroambientales del Plan de Desarrollo Rural que existen específicamente para esa producción.

Y mientras tanto, escasez en los precios, precios que siguen cayendo; aranceles que se ciernen sobre nuestras producciones, como es el caso de la aceituna y nubarrones negros que vienen desde Bruselas con recortes en los fondos europeos.

Un tsunami se acerca para estos próximos meses, la nueva reforma de la PAC que tantos beneficios aporta a la sociedad y que genera una gran incertidumbre en los agricultores y ganaderos: nuevas condiciones, nuevos compromisos, menor presupuesto, ¿sequía o tormenta?