El Gobierno, esgrimiendo ahora el frágil argumento de que los preparativos bélicos no conducen a la guerra sino a la rendición pacífica de Sadam Husein, no ha sido capaz de convencer a los españoles de la necesidad de secundar a Estados Unidos. Tampoco ha podido sumar a sus tesis a ninguna otra fuerza parlamentaria, como ayer se demostró de nuevo en el Congreso de los Diputados. Aznar, que creyó necesario exigir el lunes a los dirigentes de su partido que diesen "la talla", podrá presentar como un triunfo que los 183 diputados del Partido Popular hayan cerrado filas en torno a sus consignas. Sin embargo, que tenga que conformarse con tan modesta victoria es demostrativo del aislamiento político que sufre.

La exigencia de la oposición de que hubiese una votación secreta de las dos proposiciones sobre el conflicto de Irak, presentadas por el PP y por el PSOE e IU, no consiguió mostrar fisuras en las filas populares. La férrea disciplina caudillista instalada en el PP hace inimaginables en España episodios como la rebelión interna de los laboristas británicos. Las demostraciones de "lealtad" a Aznar en la Cámara eran obligadas. La lealtad a los electores parece que no preocupa tanto.