Durante el 2010 hemos digerido todo tipo de dificultades: recortes en las nóminas, congelación de las pensiones, cierre de negocios, millones de parados- todo ello aderezado con la impotencia del Gobierno para afrontar los problemas, y la deslealtad de la oposición por no colaborar en la solución de la crisis que, por otra parte, asola medio mundo. Los unos, ni sobrepasados por las circunstancias son fieles a sí mismos y representan un progresismo cada vez más descafeinado; lo otros, con sus ansias de llegar al poder, parecen encantados de las complicaciones económicas y sociales que estamos viviendo. Los unos y los otros: todos iguales.

La incertidumbre sacude los mercados que fluctúan con cada rumor económico de calado.

Hay miedo. Miedo a perder el trabajo, la casa, miedo a no poder ofrecer a tus hijos las comodidades que merecen, miedo, en definitiva, a perder el Estado del bienestar.

La resignación ciudadana aproxima a las democracias el totalitarismo por consentimiento. Si los que mandan pueden hacer todo lo que les venga en gana y los ciudadanos no se rebelan entraremos en una situación crítica: el conformismo.

La luz ha subido un 44% desde 2006 y en un año y medio la gasolina y el gasóleo han subido un 23%. A partir del 1 de enero sube, de nuevo, la luz, el agua, el gas, los billetes de tren... Las empresas que están detrás de todos estos productos de primera necesidad demuestran una insolidaridad aberrante. Todos los ciudadanos nos apretamos el cinturón, menos ellos. Queda claro que la ciudadanía es, para los mandamases, mera mercancía productiva, como en los regímenes feudales. No hemos avanzado nada. Antes los ricos se servían de los pobres para ser más ricos, ahora pasa lo mismo. La diferencia es que los ricos son más ricos ahora que antes y los pobres están subvencionados para que puedan seguir tirando, mal que bien, del carro: los mileuristas, los funcionarios defenestrados, los pequeños empresarios ahogados en deudas, las pensiones ridículas y congeladas- los parados con su subsidio en peligro permanente. Todos a tirar de un carro lleno de banqueros díscolos que siguen con su nivel de vida intacto, políticos con sus nóminas inverosímiles, grandes empresarios de la construcción o la energía, millonarios a secas- todos esperando que escampe la tormenta que ellos mismos han participado unos más que otros en crear. Y cuando la tempestad pase, habrán pagado el pato los de siempre; eso no ha cambiado desde el inicio de los tiempos.

*Vicepresidente del Sindicato PIDE.