Si el mundo laboral fuera como tiene que ser, que el trabajador dispusiera libremente de su tiempo de trabajo, previo acuerdo con el empresario, eligiendo voluntariamente aumentar la jornada laboral --como pretende la Unión Europea-- podría ser un avance equitativo. Algo tan obvio se convierte en una ambigüedad cuando la sociedad europea pretende avanzar hacia un Estado del bienestar del que todos salgamos beneficiados luchando contra la inmigración ilegal, contra la explotación del trabajador, por la conciliación de la vida familiar y por la disminución de los accidentes laborales. Ojalá me equivoque, pero no quiero pensar en que esta directiva incite a aflorar más la picaresca en vez de reactivar económicamente a los países. Las 65 horas semanales podrían corresponder a una jornada de 13 horas de lunes a viernes o, mejor aún, 9,28 horas de lunes a domingo. Perfecto. Y sin descansar; dormir en el lugar de trabajo no cuenta como tiempo trabajado. Espero que nadie esté pensando en que esta directiva dé una apariencia de legitimidad a una potencial explotación legalizada: más trabajo por igual salario. El aumento de la jornada laboral debe ser directamente proporcional al aumento del salario. La directiva de la UE significa un gran salto para la patronal y una gran desventaja para el trabajador. Lo que va a pasar es que la gente trabajará más con menos seguridad; habrá más accidentes laborales. Espero que vuelva el sentido común a los eurodiputados y que esta norma no nos aboque del siglo XXI al XIX en 65 horas.

Antonio Lucas Moreno **

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