TLta decisión de Mourinho de dejar a Iker Casillas en el banquillo el pasado sábado no le ha hecho ningún bien a nadie. Ni a Casillas, ni a la afición, ni al equipo (que perdió 3 a 2). Tampoco le ha sentado bien al presunto beneficiado, el portero suplente Adán , que hubo de ponerse bajo los palos cuando su presencia no era demandada por casi nadie. Debe de ser duro salir al campo en esas condiciones, con un equipo en decadencia y cuando su inclusión en la lista se antojaba como el resultado no de una decisión técnica, como Mourinho pretende hacernos creer, sino de una rabieta avivada por la incompatibilidad de caracteres.

Adán tiene mucho y bueno que darle a la afición, pero aún no ha llegado su momento. Lo sabe él, lo sabe Iker (el segundo portero menos goleado de la liga) y lo sabe el propio técnico, obstinado en felicitarnos estas Navidades con su habitual estilo antinavideño: crispado y polémico.

El pasado sábado vimos en Málaga una reedición de un pasaje bíblico que está condenado de antemano a terminar mal. Adán saltó a un paraíso convulso para que millones de personas le viéramos comer la manzana prohibida. Esa manzana de la portería del Real Madrid tal vez lleve su nombre, tal vez esté destinada para él, pero Mou le ha obligado a comérsela antes de tiempo, contraviniendo los deseos de la afición, que en el mundo del fútbol se empeña en actuar como un ser supremo.

Mourinho juega con fuego y de continuar así acabará quemándose en las hogueras del infierno. Aunque barrunto que allí seguiría siendo el mismo de siempre y que antes o después lograría sacar de sus casillas al mismísimo diablo.