TAtlguien te apretuja mientras intentas subir a un autobús urbano. Nunca es una teenager exuberante, claro. Después recorres medio recinto driblando a vendedores de todo tipo, esperando no ser arrollado por uno de los del top-manta en una de sus huidas de la policía (y del taimado Teddy Bautista ). Intentas no desfallecer por la mezcla de olores de las comidas de los puestos y recuerdas que lo del diente de rata en una hamburguesa inauguró el concepto de leyenda urbana en tu infancia. Miras de reojo a las atracciones pensando en que ya no eres un crío, pero la tentación siempre está ahí. Se te quitan las ganas cuando ves a un tipo hecho y derecho vomitando en El Vikingo . Llegas a las casetas y pasas del frío al calor y del calor al frío y el rebujito te da otra perspectiva de las cosas y todo empieza a dar un poco igual. Y pasan rápidas las horas, saludas a un montón de gente que no verás hasta Navidades y te das cuenta de que te has pasado todo el día en la feria, preguntándote por qué nos gustará tanto.

*Periodista