XPxarecía que íbamos a vivir tranquilos con el rechazo formal de la Junta a la instalación de una central térmica de Iberdrola en el municipio de Alange. Vemos, no obstante, que la empresa eléctrica va a intentar subsanar el impedimento de la distancia para volver a la carga y obtener luz verde a la instalación de una central de ciclo combinado de nada menos que 800 megavatios, casi la mitad de la potencia instalada de Almaraz. Así es que esta pesadilla sigue gravitando sobre nuestras cabezas, tanto por sus aspectos medioambientales negativos como por resultar inadecuada a los intereses de la región y al control de sus recursos endógenos que deberían ser fundamentales en una definición especializada de nuestro futuro.

Nuestros recursos básicos, de cara a un modelo energético prácticamente sostenible, se derivan de la superficie territorial, de los sistemas agrarios, de la elevada insolación y de las altas disponibilidades de agua en las cuencas. De manera que si el sistema regable fuera capaz de producir de veinte a cincuenta mil kilovatios facturables por hectárea, o sus equivalentes energéticos en forma de gases de madera, etanoles o biodiéseles, al tiempo que empresas públicas o mixtas, distribuyeran en el mercado ese potencial eléctrico o de biocarburantes, todo iba a cambiar en Extremadura. Y no parece que esto sea ciencia-ficción, en orden a las intenciones que la Union Europea proyecta de cara a su independencia energética que es clave política de primer orden, con aplicación de subvenciones preferentes para alcanzar dicho objetivo. ¿Entonces por qué producir excedentes agrícolas habiendo una demanda progresiva de kilovatios y carburantes?

Y no solo se trata de las zonas regables tradicionales. Se pueden transferir volúmenes hídricos mínimos a los espacios olivareros y forestales para generar más recursos lignocelulósicos con el mismo fin. A fin de cuenta, ese trabajo lo regalan los cloroplastos en la fotosíntesis. Sería un impulso espectacular para el mundo rural extremeño. Y luego está el sol y todo el potencial que se derive de su captación, cuando la tecnología permita costos de instalación más bajos. Y los potenciales eólicos y minihidráulicos. Todo ese juego es el que nos conviene y cuanto antes lo definamos mejor para todos.

Lo que ha posibilitado Almaraz en veinticinco años ya lo tenemos reflejado en datos que se publicaban recientemente: 323.000 millones de kilovatios/hora facturados, que supondrían, a valor de hoy, cerca de cuatro billones de pesetas. O también el 8% de la electricidad de España o el 26% de la energía nuclear de nuestro país. ¿Y qué grandes beneficios nos ha reportado todo esto? ¿Ese PIB producido en Extremadura ha llegado a las rentas familiares o nos ha procurado una renta per cápita ficticia? ¿Acaso somos dueños de nuestro futuro? Personalmente lo dudo y más bien creo que o nos liberamos de esta singladura marcada por intereses externos o nos convertiremos en una colonia interior de España, con todo lo que ello tiene de negativo.

Madrid produce el 0ú1 de la electricidad de España. Consume el 14%. ¿Alguien ha pensado en instalar en esa comunidad centrales térmicas? No, porque la opinión pública las rechazaría. En Extremadura, donde se produce casi el 15% de la electricidad de la Nación, apenas se consume un 1ú5 del total. Sin embargo nos quieren instalar nada menos que cinco centrales térmicas. ¿No se vislumbra aquí la tentación colonialista?

No es este modelo el que nos conviene. Con el agua que necesita una central térmica se podrían propiciar riegos de apoyo a varios miles de hectáreas de olivar que garantizarían diez veces más trabajo directo que los ridículos cincuenta de la térmica de Iberdrola. Y por supuesto, están los riesgos medioambientales y la lluvia ácida que, puntualmente, afecta a la vida y a muchas más cosas. ¿Alguien ha valorado el riesgo de ese enorme sombrero sobre los casi cien mil habitantes de Mérida y sus alrededores?

Las térmicas no representan el modelo energético que nos interesa. Más bien nos acercan inquietantemente a un papel colonial, como proveedores de materias primas o soporte de actividades que nadie quiere. Por lo tanto serían un fraude y una decepción clara respecto de nuestras opciones específicas de desarrollo que deben ser, primordialmente, sostenibles y utilizadoras de los recursos propios. Amarraríamos mejor nuestro futuro y marcaríamos ese camino que Europa demanda.

*Exalcalde de Mérida