WEw l ministro de Defensa, José Antonio Alonso, parece el encargado de hacer el enésimo esfuerzo por estrechar las relaciones entre España y Estados Unidos, sensiblemente deterioradas tras la decisión --hace ahora dos años y medio-- del presidente español, José Luis Rodríguez Zapatero, de retirar las tropas desplegadas en Irak. Alonso se entrevistó ayer en Washington con su homólogo norteamericano, Donald Rumsfeld, y le expuso el innegable esfuerzo militar que está haciendo España en Afganistán y el Líbano, dos conflictos de alto riesgo en los que Estados Unidos está directamente involucrado. En ambos actúan tropas españolas bajo el paraguas de la ONU, a diferencia de lo ocurrido en Irak.

No tiene sentido que las relaciones entre España y Estados Unidos, dos países con enormes vínculos económicos y culturales, sigan empañadas por una decisión soberana del Gobierno de España como fue la retirada de Irak. Es obvio que Bush se sentía mucho más cómodo con los gobiernos de José María Aznar. De hecho, el anterior líder del PP fue quien hizo de muleta de la política de la Casa Blanca.

Zapatero puede presumir de haber cumplido la promesa electoral de retirar las tropas de Irak. Ahora bien, la política exterior del Gobierno socialista ha sido en algunas ocasiones torpe en relación con el natural aliado de Washington. Y eso es lo que debería arreglarse ahora, cuando está cada vez más claro para los gobernantes norteamericanos que la intervención en Irak ha sido una catástrofe a la que no se le ve el final. Para España es malo que las relaciones políticas con Estados Unidos sean ásperas.