A veces, y en relación a ciertos aspectos, contemplo a los EEUU con sana envidia. En la sociedad estadounidense, se mira con buenos ojos al que triunfa. Se encumbra a las mujeres y hombres con carreras exitosas. Se alaba a los emprendedores. Y se inculca una cultura basada en el mérito, que dicta que cualquiera que tenga una buena idea, y capacidad de trabajo y sacrificio suficientes, puede llegar tan alto como se proponga. El compendio de estos valores es lo que se dio en llamar «modo de vida americano», que no es más que la materialización del «sueño americano». Un sueño que, por cierto, se ha convertido en realidad en incontables casos.

Se da la circunstancia, además, de que los triunfadores de Estados Unidos, que suelen ser (como en todo el mundo) personas que tropezaron, antes de llegar a la cumbre, tienen la virtuosa costumbre de repercutir en la sociedad su propio éxito, ofreciendo empleo, y trasladando parte de sus ganancias a fines de carácter social o filantrópico.

Según Forbes, el cuarto hombre más rico del mundo es español, y se llama Amancio Ortega. Todos los españoles deberíamos sentirnos orgullosos de que un compatriota haya conseguido tal hito. Y muchos lo hacemos, porque, además, se trata de un empresario que ha construido su imperio de un modo impecable. Ortega ya había mostrado su vis más desprendida en varias ocasiones, destinando millones de euros a la sanidad de distintas comunidades autónomas, como Galicia o Andalucía. Pero, hace unos días, se ha sabido que ha hecho un desembolso de nada más y nada menos que 300 millones de euros, para que la sanidad española disponga de equipos avanzados para la detección y tratamiento del cáncer.

Y lo triste del caso es que ha habido quien no solo se ha abstenido de aplaudir tan encomiable acción, sino que se ha permitido el lujo de criticarla. Esos sujetos, que encarnan las peores tradiciones y sentimientos de la España más canalla, son los que nos anclan como país y como sociedad. Y mientras que en nuestro país no se eduque para que esa mentalidad, obsoleta y pervertida, cambie, no podremos despegar hasta los niveles de bienestar que han alcanzado otras naciones.