XUxn año después de su victoria, Zapatero mantiene intacto su aprecio ciudadano. Es la primera consecuencia del 14-M del 2004. La segunda, que ello le sirve para difuminar la mala opinión de los españoles sobre al menos diez ministros. La tercera, que la escasa comprensión que la gente muestra sobre la labor de la oposición, pese a que Rajoy aprueba en algunas encuestas por los pelos, también ayuda a la buena valoración que globalmente obtiene la gestión del Ejecutivo socialista.

Analizando el Gobierno en clave interna, en este primer año desde las elecciones que le dieron la victoria al PSOE, puede comprobarse que existe una fractura en el seno del Ejecutivo. Encontraríamos que hay al menos tres ministras candidatas al cese inapelable en una remodelación que podría llegar a comienzos de este verano. Y podríamos deducir también que en la percepción del electorado existe un sector más conservador , especialmente en lo relacionado con el tratamiento de los nacionalismos.

Por una parte, Solbes, Bono, Sevilla, Salgado , tienen unas opiniones bastante definidas sobre la marcha de las nacionalidades históricas y la proliferación de gobiernos tripartitos o bipartitos en los que los nacionalismos giran en torno al PSOE. Mientras, otros ministros, encabezados por Montilla y respaldados, parece, por el propio Zapatero, plantean soluciones más imaginativas en lo referente al desarrollo estatutario y constitucional, en tanto que la vicepresidenta Fernández de la Vega mantiene un mágico equilibrio.

Puede que, en su primer año (once meses, técnicamente), Zapatero haya forzado algunas marchas. Puede que algunos ciudadanos, no necesariamente simpatizantes del PP, crean que el tren va excesivamente aprisa hacia una estación desconocida y, por tanto, se sientan abocados al pánico. Pero todo queda subsumido en la sonrisa enigmática, algo helada, giocondesca, de Zapatero, en su evidente seguridad en sí mismo, en ese optimismo antropológico que se contagia a la ciudadanía. No, no es solamente el talante. Hay talento, aunque no haya mucha reflexión, en el diseño que se le adivina --porque no lo explica bien-- a ZP. El presidente y secretario general del PSOE mantiene unido a su partido, aunque algunos popes del mismo, como el mismísimo Felipe González o Alfonso Guerra , discrepen, desde su silencio y distancia, de algunas cosas importantes. A los españoles les gusta ZP, aunque sí haya cambiado, contra lo que se proponía, en estos meses de paso por el poder. Dicen que lo importante es ver qué ocurre en el segundo año de mandato de un político. Es cuando se ha asentado, ha conocido de cerca los problemas y ha atisbado las soluciones. Zapatero sabe ahora hasta dónde llega lo que puede esperar, y temer, de sus aliados, de sus amigos y de sus rivales, ese PP al que ahora los vientos caprichosos alejan un poco del favor popular. Ahora alcanza ZP a constatar las capacidades definitivas de sus colaboradores y dónde radican las discrepancias, las artimañas, las envidias en el entramado del poder. Ahora, año dos, comienza de verdad el baile.

Puede que, en su primer año (once meses, técnicamente), Zapatero haya forzado algunas marchas. Puede que algunos ciudadanos, no necesariamente simpatizantes del PP, crean que el tren va excesivamente aprisa hacia una estación desconocida