Julio es, ya casi tradicionalmente, mes de cierto reposo, de cenas y fiestas de amigos, de tertulias de café demoradas hasta altas horas de la noche. Es mes sociable, de confidencias y de sinceridades alentadas por la inminente fuga agosteña hacia el descanso. Eso era antes. Ahora me sorprende la carga de agresividad e irritación y el clima de crispación que vive esta sociedad española, habitualmente tan plácida y tranquila que en cierta ocasión Adolfo Suárez me confesó: "da gusto gobernar a los españoles, tan poco reivindicativos".

No sé si es la ´era Zapatero´, que estaba destinada a ser la del buen talante y la reconciliación entre las dos españas, la que de tal manera agita los ánimos. O si es el país de la oposición, de un PP que encrespa los vientos y rompe pipas de la paz, el que nos tiene en este estado febril. Es el caso que en las tertulias, los no periodistas acusan con el índice amenazador al hasta ahora amigo periodista y le culpan de ser demasiado complaciente con el poder, o excesivamente entregado a la influencia de la oposición, o de mostrarse tibio en su deambular entre tirios y troyanos. Se buscan informadores combatientes, casi militantes, y tal vez por ello anden en Moncloa y en la sede ´popular´ presionando para introducir y/o destituir, de cara a la próxima temporada, a determinados tertulianos radiofónicos y televisivos que les resultan incómodos: la moderación, la tolerancia, temo haberlo dicho ya otras veces, no están precisamente de moda. Cotizan a la baja.

Puede, también, que sean los efectos del calor, pero, la verdad, no me lo parece: estamos resucitando, demasiado aprisa, todo aquel clima de contienda verbal, sectario y partidista, que caracterizó la peor parte de los mandatos de Felipe González y de José María Aznar . Zapatero llegó con promesas y alientos de cambio, de mayor participación, de menos trucos para con la opinión pública; me ha disgustado la manera como ha protagonizado su última aparición pública, en un ´sí pero no´ apresurado con periodistas en pie y fuera micrófonos, en León. Me disgustan, asimismo, ciertas presiones de Moncloa y aledaños hacia los medios, remedo de otros tiempos y otras moncloas.

Y, claro, ese aroma insalubre se transmite a las antaño plácidas noches de julio; las tertulias de café (las radiofónicas, ya se sabe, andan encrespadas y a punto de vacacionar) se agrian, las bromas se troncan en descalificaciones e insultos. ¿Quién, quien es el responsable de habernos robado tantas risas nocturnas en este mes que se nos va?

*Periodista