TTtienen siempre el mejor lugar. En parkings, en centros comerciales y en la calle se les reserva la plaza más amplia para aparcar y para entrar o salir del coche. Los discapacitados, tras años y años de lucha, habían logrado ganar la batalla del sentido común. Un logro doblemente meritorio en un país como España, donde, en esta semana de agosto del siglo XXI, hemos sabido que la mitad de los edificios públicos aún no están adaptados para las personas que se mueven en silla de ruedas. Finalmente, tras firmas, papeleos y llamadas a muchas puertas, a las personas con dificultades varias se les facilitaba un poco más la vida, como mínimo a la hora de aparcar.

Pero entonces llegaron los más listos de todos, los jetas de siempre, los que van por la vida con la máxima del ande yo caliente... y aparcaban, por sistema, en la plaza del discapacitado, sin pensar, en ningún momento, en el perjuicio que esto podía comportar al conductor handicapado. De hecho, aunque se dieran cuenta de que podían perjudicar a alguien, tanto les daba. Y si, muy de vez en cuando, les multaban, tampoco pensaban pagar. Por eso, después de más firmas, más papeleo y llamadas a distintas puertas, el colectivo de discapacitados logró que a los que aparcasen en sus zonas reservadas se les retiraran puntos del carnet de conducir. Esa sí fue --me aseguran los afectados-- una medida efectiva.

Pero de repente, este invierno, el Gobierno de Zapatero se montó una reforma de la ley de tráfico según la cual solo se retirarían puntos del carnet por conductas que pusieran en peligro la conducción. Así, desde el 1 de enero, los caraduras de siempre no han desaprovechado la ocasión para volver a aparcar donde les da la gana, sin perder ningún punto. Por cierto, esta reforma de la ley de tráfico arrastraba un eslogan de campaña con pretensiones. Decía: Cambiamos para mejorar. Para un colectivo muy grande de personas, está claro que no. En lugar de mejorar han ido, injustamente, muy atrás. Publicidad engañosa y una ley hecha con los pies. Los pies de los que caminan, claro.