Los grandes fracasos encierran siempre una gran lección. Ha sabido aprovecharla el equipo electoral del señor Aznar y así hemos visto cómo en los mítines que cuentan con su presencia no se ha repetido un fiasco como el de Valencia, en cuyo campo de Mestalla se esperaban 50.000 personas y sólo aparecieron 25.000.

Ha de ser desolador para un líder político encontrarse con un auditorio reducido a la mitad de lo que se esperaba. Sobre todo si es persona creída, segura de que todo lo hace bien y convencida de que las naciones la admiran. El señor Aznar debía de sentirse profundamente preocupado. ¿Qué diría el señor Bush si después de los éxitos que cree haberle proporcionado se enterara de que los parlamentos de su amigo no se esperan con interés? Podría llegar a retirarle la confianza, sobre todo si le explicaran qué ocurrió en Valencia y le informaran de que muchas de sus gentes llevan la doctrina del PP en la sangre.

¿Es que ya no vibran como hace cuatro años? Podría ser, y para que el vacío no sea tan visible está la amplia flota de autocares que hay en España, para llevar asistencia mitinera de un lado a otro. Organización, organización y organización. Son los tres principios que deben inspirar una campaña. No la hubo esta vez y pasó lo que pasó. Y ha tenido que suceder en Valencia, que recientemente organizaba una magna manifestación a favor del Plan Hidrológico Nacional (PHN), con transporte del personal asegurado y paella gratuita para todos. El domingo, en Málaga, y el lunes, en Logroño, la asistencia a los mítines se ajustaba milimétricamente a las previsiones.