Hace unos días se conmemoró de forma solemne en las Cortes el cuarenta aniversario de las elecciones, celebradas el 15 de junio de 1977 en España, que dieron lugar a la denominada Transición española. Y paso decisivo para la aprobación de la Constitución en referéndum el 6 de diciembre de 1978, que cumplirá cuarenta años el próximo 2018. Unas elecciones que supusieron abrir nuestro país al pluralismo político, al desarrollo de un sistema de libertades; y sobre todo al hecho de la corresponsabilidad de todos frente a un futuro común.

Ciertamente esta efeméride tuvo el foco de atención en el acto protocolario, protagonizado por la clase dirigente de siempre, obviando otro tipo de celebraciones, que aunara y concitara el interés y respaldo, como memoria de historia común, de gran parte de la ciudadanía. Dado que somos muchos los que creemos en este sistema democrático como mejor acierto para la convivencia en paz de nuestro país. Un período que traía como bagaje sentimientos poco fraternales, de vivencias lideradas por el trasfondo de una guerra civil, enfrentamientos sobre los que hacía difícil levantar el instrumento de la paz, que suponía la democracia.

Se consiguió y, posiblemente, a trompicones con aciertos y desaciertos, por influencias y contexto internacional. Pero nuestro país dio el paso y cambió. Decía Nelson Mandela: «si quieres hacer las paces con tu enemigo, tienes que trabajar con tu enemigo. Entonces él se vuelve tu compañero». Algo así tuvo que producirse en la venida de la democracia a España; y en el ejercicio que nos llevó hasta la actual Constitución. Una Constitución que si observamos su preámbulo viene presidido por el texto firmado por el Rey Juan Carlos I, que señala la voluntad por el acto refrendado de los españoles de garantizar la convivencia democrática dentro de la Constitución Española.

Por ello sorprendió que en el fasto que se llevó a cabo en las Cortes no estuviera, y sí muchos otros que participaron directa o indirectamente. Se ha tratado de justificar en el inflexible protocolo. Que nadie se ha creído porque el protocolo es una norma servil para ordenar un acto, y nunca una norma de carácter imperativo que diseña el contenido y el mensaje de un acto. Y más cuando de lo que se trataba era de recordar, y homenajear a los que hicieron posible ese cambio histórico. De hecho, en las palabras de la presidenta del Congreso se rindió un tributo al Rey Juan Carlos, que tuvo el eco de un ser ausente. Y eso que está entre los vivos. Otra de las razones, más soterradas, parece ser tenía que ver con el hecho de no airear en exceso la Monarquía. La verdad que una piensa que los que no son monárquicos tanto se hartan de ver a uno, como a dos Reyes.

Fue extraño todo esto, y lo digo desde la convicción de respetar la Monarquía Parlamentaria que estableció la Constitución, más allá de creer en otro sistema de Gobierno, caso de la República. Porque sostengo que la representación siempre y en todo caso debe partir del pueblo.

Decía María Zambrano en su libro ‘Persona y Democracia’, que la historia la hacían solamente unos cuantos, y los demás la padecían. Eso ha parecido darse en esta conmemoración un acto vistoso, sin recorrido en la memoria común de muchas personas, y obviando, a personas como fue el caso del Rey Juan Carlos por lo que siempre parece lastrar a este país, un gran complejo de inferioridad hacia nuestra propia historia, y una falta de generosidad hacia los que continúan con nosotros. No sé si humanamente le habrá reconfortado el ser recordado, estando entre los vivos, -aunque ausente entre los que le proclamaban un tributo-. Dice un proverbio hebreo que ‘El que da, no debe volver a acordarse; pero el que recibe nunca debe olvidar’.

Sirva esta reflexión, además, de reivindicación del papel de miles de personas, de generaciones anteriores a la mía, que se comprometieron y lucharon para que otros naciésemos en libertad. Hemos de recordarlo siempre, y sentir hacia ellos el agradecimiento más profundo, por haber propiciado el paso de un sistema dictatorial a un sistema democrático, fruto del esfuerzo, la valentía y la generosidad de miles de españoles.